A través de un amigo común, Juanma Cuéllar, excelente profesional de Antena 3 TV y compañero en la Facultad de Periodismo, recibí hace pocos días un correo electrónico de Gonzalo Aragonés, corresponsal de La Vanguardia en Moscú. Muy sincero, nos contaba que «la cosa está jodida». En la profesión, y también en su periódico. «En La Vanguardia están recortando gastos, asustados por la falta de publicidad. Supongo que eso es pasajero». En el último comentario que ha publicado en su blog de 20 Minutos, Arsenio Escolar habla de una época de «vacas flacas en la prensa». La publicidad baja, los ingresos también y los costes se estrechan. Dice: «los ingresos por publicidad están cayendo de modo notable estas últimas semanas para todos los diarios españoles, grandes y pequeños, gratuitos y de pago, nacionales y locales. El bajón es tan fuerte y tan brusco que creo que todos nos hemos puesto la misma tarea urgente: reducir costes. Los que estábamos en beneficios, para evitar irnos a pérdidas. Los que estaban en pérdidas, para evitar morir».
Es evidente que la crisis, o como demonios quieran llamarlo, también está afectando a los medios de comunicación. Son empresas. Informativas, pero empresas al fin y al cabo. El grupo Prisa anunció recientemente la venta de sus principales sedes (incluso la histórica de Gran Vía) para maquillar su cuenta de resultados. Si una empresa como Sogecable se ve obligada a tomar este tipo de medidas drásticas, qué no tendrán que hacer medios mucho más humildes.
Un tipo norteamericano, de nombre Leonard Tow, ha donado ocho millones de dólares (sí, han leído bien la cifra) para que The New York Times «reflexione sobre el periodismo». El hombre lee cada día la prensa y está preocupado por su futuro. «El objetivo del multimillonario filántropo es que se investigue sobre cómo los periódicos pueden tener éxito ‘on line y sobre la formación de los periodistas en los nuevos medios de comunicación» (Servimedia).
Un artículo reciente en Financial Times (traducido al español en la web de Expasion.com) sostenía que lo que está experimentando la economía española no es ni una coyuntura de desaceleración ni tampoco de recesión, que equivaldría a dos trimestres consecutivos decreciendo. Donde estamos es en un periodo de estanflación, palabreja que quiere decir que hay poco crecimiento económico, una inflación por las nubes y un aumento sin freno del paro. El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, acaba de anunciar que la tasa de desempleo llegará al 11% en 2009. A todo ello hay que sumar la caída estrepitosa (y predecible) del sector de la construcción. Ojo a este último dato porque toca de lleno, más incluso que la propia crisis del sistema financiero, con el riesgo de desplome en la industria de la comunicación. Porque no todo lo puede solucionar una ad housing, o haz housing, que queda más propio. Digo. Mejor dicho: afirmo.
Si la demanda se derrumba, la cola del paro crece. Si hay menos liquidez, baja el consumo. Si baja el consumo, el ocio y la cultura son los primeros en caer. Y si el gasto destinado a ocio y cultura desciende, apañados estamos los ingenuos que aún creemos en eso de ganarse la vida haciendo la prensa.