La Garlopa Diaria

19 junio 2008

Blanco y Negro


En la calle Huertas, en el ‘barrio de las letras’ de Madrid, encontré hace pocos días una pila de ejemplares de la revista Blanco y Negro. Ya no se publica, pero es una de las cabeceras más importantes de la prensa española del siglo pasado. La crearon en 1891 los Luca de Tena, fundadores de ABC, antes que el propio ABC. Primero fue una revista ilustrada (sólo tenía un competidor importante: Nuevo Mundo), pero al cabo de los años acabó como suplemento de ABC, suplemento dominical y, por último, suplemento cultural. Anson la revitalizó con el apoyo de Prensa Española. Apostó por la buena escritura, incorporó temas incisivos y juntó en sus páginas la pluma de filósofos como Julián Marías, críticos como Jaime Siles y periodistas como Pilar Cernuda. No sé si por estas firmas o porque ABC repartía los tebeos de Gente Menuda, pero el caso es que me aficioné a su lectura en esa época. Hablamos de finales de los 80 y principios de los 90. Salía todos los domingos y conservaba un tipo de letra en la cabecera heredero de la vieja tipografía. Sin embargo, el invento funcionó hasta que alguien supongo que muy ducho en la profesión decidió prescindir de este nombre, un título de peso en el periodismo español, en base no sé sabe muy bien a qué criterios. Y, en todo caso, probablemente, todos ajenos a la letra impresa.

El caso es que Blanco y Negro ya no está en los kioscos. Se sustituyó por el cultural ABCD, pero cambiando el fondo, la estructura y el formato. Me hizo ilusión comprar tres ejemplares del ByN original en una librería de viejo de la calle de Huertas, cuyo nombre no recuerdo. El número suelto costaba 50 céntimos (“en toda España”, reza la cabecera). A mí me costó 2 euros el ejemplar. La suscripción trimestral era de 6,50 pesetas. La dirección telegráfica remitía a: “ABECE Madrid Tfno. 2.284”. Así, textual. El ABC, por cierto, se vendía al precio de 10 céntimos en la década de 1920.

La revista traía fotografías, algunas muy buenas, lo que fue una novedad en la prensa de la época. Resulta bastante sugestivo leer sus páginas casi un siglo después. Los ejemplares que compré son del 7 y el 14 de enero de 1923 y el 2 de julio de 1933. O sea, los dos primeros editados en vísperas del golpe de Estado de Primo de Rivera y éste último ya en periodo republicano. Hay notas bibliográficas, reseñas de exposiciones, dibujos excelentes, varios retratos de la duquesa de Alba, “anuncios telegráficos clasificados en secciones”, pasatiempos, cuentos, reportajes de moda y de cultura y hasta una sección titulada “Cuénteme su caso”, una especie de consultorio sentimental sin desperdicio. A una lectora un poco esquiva con su pareja, la encargada de este espacio le responde: “Usted, por lo visto, para vivir su amor con un poco de entusiasmo necesita un tanto de lo que la gente del pueblo llama “marcha”. Yo siento mucho decírselo; pero tiene usted alma de chulita de los barrios bajos. Cuando su novio está al lado de usted, cariñoso y tal, usted no puede aguantar a su novio. Pero cuando, en cambio, su novio se aburre, da “la espantá” y dice: “De verano. Ahí te quedas, niña”, entonces usted se derrite materialmente por su novio. Si me apura usted un poco creo que hasta le gustaría que en alguna ocasión su novio le levantara la mano. Acabará usted por hacer todo lo posible para que esto ocurra, ya lo verá. Y aquí tiene usted la receta: si ello ocurre es cuando, de verdad, será usted inmensamente feliz”. O sea, que si me he enterado bien (y su ustedes no se han parado a leer el entrecomillado, recomiendo que retrocedan unas líneas), lo que la experta recomendaba a su lectora es que el marido de ésta le diera una somanta de hostias. Hoy, claro, no se publicarían estas líneas. Ni siquiera en un consultorio sentimental.

Y atención a los anuncios: laxantes, elixires estomacales, cámaras Kodak, encendedores (¿alguien anuncia mecheros ahora?), pasta dentrífica y depilatoria, pomadas para las almorranas y agua de azahar fabricada por los hijos de Luca de Tena en Sevilla. Lo que más ilusión me hizo fue encontrar (en ByN del 7 de enero de 1923) una crónica a doble página de la inauguración del “nuevo stadium” del Club Español, que es mi equipo de fútbol y que hoy se llama Real Club Deportivo Espanyol de Barcelona. Viene una foto de la colocación de la primera piedra y el texto dice:

“El Real Club Deportivo Español, de Barcelona, en la campaña altamente deportiva que viene realizando, acaba de dar una nota digna de los mayores elogios. Ha inaugurado las obras de un gran ‘stadium’ [la revista publicó esta palabra en cursiva], que, a juzgar por planos y noticias que tenemos, ha de resultar uno de los mejores campos de fútbol del mundo. La ceremonia de inaugurar las obras resultó un solemnísimo acto”.

El «stadium» al que se refiere el artículo era el de Sarrià. Fue demolido, para tristeza de todos los pericos, en 1997. Paradojas del tiempo, dentro de pocos meses, el mismo club está a punto de inaugurar un nuevo estadio.

Ojalá ABC decidiera volver a publicar Blanco y Negro.