Problemas sanitarios
El lunes 2 de junio, El Periódico de Catalunya me publicó una carta que escribí un tanto indignado, lo que es un mal augurio para un texto. Puro derecho al pataleo.
El resumen de la carta, que en su original era un poco más extensa, dice así:
¿Urgencias? 7 horas
Esto pasó en Barcelona, a las seis de la tarde de un domingo. Mi madre tenía fiebre, estaba a 40, y mi padre marcó el teléfono de urgencias, 061. La persona que atendió la llamada preguntó: «¿Su mujer necesita una ambulancia o puede aguantar?» Mi padre contestó: «Puede aguantar, pero que venga un médico a casa». Respuesta: «Hay una media de seis horas de retraso». Han leído bien, seis horas. A las once de la noche mi padre repitió la llamada. Cogió el teléfono el mismo operador, que se declaró impotente ante el retraso del servicio. Entonces mi padre me llamó a mí, que vivo en Madrid. Le dije que aquí las cosas no estaban mucho mejor. Al final, el médico apareció en casa de mi familia a la una de la madrugada. Esta es la triste realidad de nuestro Estado del bienestar.
De vez en cuando me sale la vena jacobina.