Estaciones: muy hábil Román
El portavoz del Grupo Municipal Socialista en Guadalajara ha denunciado la inseguridad y el mantenimiento de la estación de autobuses. También aseguró que los lavabos de la estación son un lugar de citas para la práctica sexual. Al alcalde le fueron con el cuento y respondió con una soberana estupidez y una ‘boutade’ impropia de su estilo y de su cargo. Román insinuó que si los concejales socialistas conocen esas prácticas sexuales será porque las practican. Lo dicho, impropio. Pero, en cambio, ha tenido la virtud para el equipo de Gobierno de darle la vuelta a la tortilla de la crítica del PSOE. Repasemos la secuencia de los hechos: los socialistas salen de su letargo y protestan con toda la razón por la cochambre que inunda la estación de autobuses. Llaman a la prensa, giran una visita a la estación y hacen fotografías por doquier de la mugre, los lavabos, las goteras y las humedades que salpican su estado. En cambio, lo que se publica en los medios, lo que se refleja en las columnas de opinión y lo que se instala en los chascarrillos de la ciudad es el ‘folleteo’, o no, que se produce en los aseos de la estación. Está claro que, además de esperar su turno, Antonio Román ha aprendido a ser un político bastante hábil. Y los socialistas, una oposición tierna y descabezada.
Por cierto, ya puestos, me ha llamado la atención que los socialistas no pusieran encima de la mesa el estado de la estación de Renfe, cuya última remodelación por parte de la compañía ferroviaria rozó el cinismo. La estación de Renfe en Guadalajara es a Cercanías lo mismo que la de Jadraque a la línea del Regional. Una estación de segunda impropia de una capital de provincias como Guadalajara. Pero comparte problemas comunes con su “hermana” de autobuses. Nadie dice cuando y cómo se limpian las estaciones. Nadie mide, de facto, el nivel de seguridad. Nadie controla la gestión de los bares y cafeterías adosadas a las estaciones de Guadalajara. Quizá me esté volviendo tarumba, pero me temo que lo menos importante para la ciudad es que alguien practique el coito en los lavabos. Quizá lo más importante sería tenerlos limpios y en condiciones. Y el alcalde, después de lo bien que le ha salido la jugada del despiste, podría ocuparse a fondo del asunto.
Antes de tener coche, durante tres años estuve utilizando la Continental todos los días para ir a Guadalajara. Noté que mucha gente en la ciudad pasa olímpicamente de las estaciones. Las desprecia. «¿Vienen los trenes y los autobuses? Pues ya está, eso es lo importante», se dicen algunos, como si cualquier otro aspecto fuera accesorio, ya sea la limpieza o la inseguridad. Se trata de un comportamiento, por cierto, extrapolable a otras capitales. Sin embargo, las estaciones constituyen la puerta de entrada a la ciudad. Es lo primero en que se fijan muchos visitantes. El pórtico de una población. Su fachada. ¿Y qué ofrece Guadalajara? Una estación de trenes minúscula y antigua, una estación de autobuses sucia y una estación del AVE sin cafetería ni una mísera máquina de aperitivos. Qué maravilla.