Folklore, cultura, fiesta
La viuda de Fernando Fernán-Gómez, Emma Cohen, ha recibido esta semana la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio a título póstumo para su marido. Se la entregó el presidente Zapatero, que pronunció una frase preciosa y tajante: «desde Fernán-Gómez, nadie usará la palabra cómico en vano».
Ojalá esta interpretación sobre la palabra cómico se traslade a otras. Por ejemplo, al folklore. Desde hace mucho tiempo, los entusiastas del folklore venimos lamentando la utilización de este término para denigrar o para satirizar una situación o un personaje. «Este es un tipo folklórico». «Esta es una actitud folklórica». Son expresiones habituales en la prensa, que luego se han trasladado a la calle. O quizá al revés. En el fondo da lo mismo porque, venga de donde venga, resulta profundamente injusta para el folklore. Parece mentira que una palabra que significa «saber del pueblo» haya acabada arrastrada en el diccionario. A lo mejor hay que hacer autocrítica y los del folklore no hemos hecho nada para cambiar este axioma.
Me he acordado de las palabras de Zapatero sobre Fernán-Gómez a propósito del último programa de SER Guadalajara de la serie itinerante que viene haciendo cada mes por la provincia. Fue el martes en Valverde de los Arroyos. Lo pasamos muy bien charlando durante una hora con María Luisa García, la experta en folklore de la emisora, que se hizo muy popular desde que Iñaki Gabilondo decidió introducir contenidos de folklore en su programa. María Luisa es una estupenda comunicadora. Con ella la conversación se hace amena y divertida. Transmite una idea moderna, atrevida, heterogénea del folklore. Tiene un grupo que se llama Raíces, pero en sus palabras el folklore se olvida del puritanismo y escucha las novedades de nuestro tiempo. Hablamos de todo esto, entre croquetas de corzo y paté de ciervo, en el magnífico Mesón Despeñalagua. La tradición, no hay que olvidarlo, entra por todos los sentidos. (Y por cierto, una pequeña acotación al margen: ¡Qué hermosa está la Sierra en esta primavera lluviosa! ¡Ya están saliendo hongos! José Antonio Alonso me ha dicho que cogió cuatro kilos en mi pueblo el miércoles).
El folklore es un elemento imprescindible de la cultura tradicional. También se utiliza como seña de identidad de un pueblo. Es la imagen de una tierra cuyas gentes sienten apego por lo propio, por lo que consideran suyo. Esto ocurre en Valverde y en todos los pueblos que conservan una tradición, por humilde que sea. La provincia de Guadalajara es una potencia folklórica. La diputada de Cultura, Mª Jesús Lázaro, recordó que actualmente la Diputación tiene declaradas más de 60 fiestas de Interés Turístico Provincial. Quizá son demasiadas, pero es una herencia de gobiernos pasados. En todo caso, simbolizan la fuerza de las fiestas tradicionales en una provincia cuya personalidad, en muchas ocasiones, se ve diluida, bien por Toledo, bien por Madrid. Hoy, que es 31 de mayo y se celebra el Día de Castilla-La Mancha, a lo mejor es buen momento para reflexionar sobre todo esto. Porque no todo cabe en un Estatuto de Autonomía. María Luisa recordó que un día le preguntaron a Gaudí qué es la originalidad. «La originalidad es volver a los orígenes», respondió el arquitecto del modernismo. Manuel Vázquez Montalbán, que no era sospechoso políticamente, no tuvo ningún reparo en aglutinar, investigar y valorar el trabajo de recuperación y divulgación del folklore popular que realizó la Falange a través de los coros y danzas de su Sección Femenina. Luego escribió un Cancionero General del franquismo (Crítica, 1971) memorable. Imprescindible para conocer este país. El folklore no es excluyente. Siempre es integrador. No entiende de ideologías, de tal manera que agnósticos o ateos convencidos pueden honrar a una advocación, sencillamente, por acervo cultural. O lo que es lo mismo, no necesariamente fruto de creencias religiosas. Está documentado que cuando el ex alcalde republicano de Guadalajara, Marcelino Martín (de izquierdas y del PSOE), estaba siendo conducido a las tapias del cementerio para ser ejecutado de muerte, gritó varias veces: «¡Viva la Virgen de la Antigua!
Ahora se está empezando a recuperar el tiempo desperdiciado. La emigración de los años 60 provocó la existencia de lo que Mª Luisa García llama «la generación perdida». Se produjo un bache en las tradiciones entre los 60 y finales de los 80 que interrumpió muchas costumbres y cortó el natural relevo generacional que se daba en los pueblos. Ahora resurgen las tradiciones. Existe una pléyade de fiestas tradicionales que se exhiben con orgullo. Los pueblos miman sus señas de identidad. Quizá por el turismo y no sólo por la cultura. Quizá. En cualquier caso, nada tiene de malo si el binomio no perjudica las esencias de la tradición.
Llegados al siglo XXI, resulta que vivimos un periodo que los estudiosos de la materia consideran de recuperación etnológica. Así que me parece bueno enfatizar el carácter jovial, envolvente y festivo que tiene la cultura tradicional. El folklore tiene dignidad. No es chavacano ni trivial. Pero las fiestas tradicionales son, ante todo, fiestas. Y una fiesta siempre está hecha para divertirse. Nada que ver, por tanto, con lo rancio, lo antiguo o lo esperpéntico.