De Carabanchel a Faes
Las asociaciones de vecinos de La Latina y Carabanchel, según informa El País en una escueta fotonoticia, han rendido un sencillo homenaje a Marcelino Camacho, símbolo de la lucha contra la dictadura. Alrededor de cien personas, según la información, colocaron una placa en la antigua cárcel de Carabanchel en recuerdo a «las víctimas de la represión franquista» encarceladas allí. Fue un homenaje emotivo, discreto, a la altura de la talla histórica de una persona que hace tres décadas sufrió prisión en ese mismo lugar.
La foto de arriba corresponde al acto en el que participó Marcelino Camacho, ex secretario de CC.OO.. En la de abajo, el actual secretario de este sindicato, José Mª Fidalgo, aparece presentando una conferencia del ex presidente del Gobierno, José María Aznar, el pasado lunes. El acompañante de Fidalgo es el mismo que impulsó la reforma laboral que consagró el despido libre y los contratos indefinidos/basura. El mismo de la huelga general. El mismo del ‘decretazo’ de Zaplana. El mismo del Prestige. El mismo de la guerra de Irak y las manifestaciones contra la LOU. El acompañante de Fidalgo es un señor que va dando conferencias por el mundo desacreditando al socialismo, alentando los fantasmas comunistas, pregonando el éxito de la «tercera vía» y proclamando el fin de las ideologías, sobre todo, la de izquierdas. Con este bagaje, resulta verdaderamente patético que, al cabo de cuatro años, el líder de Comisiones Obreras (que desde que llegó Zapatero a Moncloa ya no pinta pancartas ni sale a la calle) haya terminado de telonero encorbatado nada menos que en la sede de Faes. Y no es asunto menor el escenario. Se trata de la fundación del PP. Un think tank al más puro estilo norteamericano cuyo cometido es actuar de grupo de presión de la derecha española fabricando ideas neoliberales. O sea, el hábitat ideal para un sindicalista, aunque sea del siglo XXI.
Llegados a este punto, o yo me he perdido algún capítulo o no entiendo nada. Comprendo que en política es importante el talante y el diálogo. También la educación, las buenas maneras. Sin embargo, no sé por qué el secretario general de un sindicato de clase tiene que presentar en Faes a un político como Aznar, en loor de multitudes y rodeado de personas que en la vida han sabido lo que es un comité de empresa. Que los tiempos han cambiado, sí. Que ni los sindicatos ni los partidos son como antes, de acuerdo. Que el muro de Berlín cayó hace mucho, también. Pero eso no justifica lo injustificable. A Antonio Gutiérrez le criticaban por vestir con traje. A Fidalgo ni lo critican. Nadie en Comisiones ha levantado la voz. Nadie en la izquierda se ha quejado. Nadie ha dicho qué demonios hacía Fidalgo en un sitio como ese. Ni siquiera los periodistas. Guste o no, ya no es noticia que la teórica izquierda rinda pleitesía al conservadurismo más recalcitrante. Ni siquiera da para una metáfora ácida en algunas columnas. Vamos, es que ni la foto salió publicada porque la prensa prefirió el abrazo de Aznar a Esperanza Aguirre.
Entre la imagen de arriba y la de abajo sólo hay cuatro días de diferencia. Eso en el calendario. En el fondo, media un abismo insondable que, quizá, explica el fracaso de la izquierda. Y del sindicalismo.