José Luis Sampedro: ‘Cuando se miente, hay que mentir convencido’
10/05/2008 13:01 (CET)
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MADRID.- Apoyándose en un bastón, José Luis Sampedro (Barcelona, 1917) hace su entrada en un repleto salón de actos de la Biblioteca Nacional, con mirada añeja y una indumentaria que le es habitual: chaqueta y corbata.
«Perdónenme por permanecer sentado», comienza, aludiendo a un problema de rodillas que le impide levantarse. Arranca así una conferencia con tintes filosóficos, humor y experiencia: ‘La realidad de la novela histórica’.
El contenido de los sucesos reales en este tipo de literatura ocupará el centro de la charla: «Es cierto que la novela es fantasía, pero el autor escribe con experiencia personal y conocimiento; [la novela] acaba teniendo para muchos tanta verdad como la que tiene la realidad en hechos».
Pero, ¿qué es la realidad? «Realidad y verdad son palabras difíciles de captar: la realidad, lo externo, tiene gran cantidad de variación, es múltiple y cambiante».
Utiliza el modelo matemático de las 11 dimensiones -que intenta explicar la estructura del universo- para argumentar sus palabras sobre lo que el ser humano entiende por realidad, algo que recuerda a la escuela platónica. «Nosotros sólo manejamos tres dimensiones».
«La realidad es incomprensible, la interpretamos, captamos cosas que nos permiten vivir porque nos orientan en cada caso; es una verdad que cada uno de nosotros adaptamos: es verdad para quien la imagine».
Así llega, además, a la diversidad conceptual que cada cultura define, con un ejemplo cotidiano: «En un bufé, cada cual come lo que quiere, pero en definitiva todos comen lo mismo; cada cultura tiene sus creencias, pero partimos de una realidad cognoscible».
‘Para mí, escribir es hacer arqueología de mí mismo’
El rigor, comenta, «es importantísimo en la novela histórica», la cual forma un eje con dos polos: la historia es rigurosa, sirve para interpretar hechos, mientras que la novela es imaginaria. «Pero la novela histórica opera con datos históricos».
Aunque fantásticas, José Luis Sampedro confecciona sus novelas como si fueran reales, como norma absoluta: «Yo me tengo que creer lo que escribo; cuando se miente hay que mentir convencido, pues cuando invento, intento inventar convencido».
El autor de ‘La sonrisa etrusca’ utiliza la escritura como una terapia donde «lo que escribo me da identidad, contribuye a conocerme», ayudándole a «saber algo más de mí para así saber algo más de los demás».
Lúcido, con una memoria fresca con alguna laguna -«no recuerdo el título de mi libro»- rememora cuál fue su primera novela: «Con ocho años me zampé ‘Los tres mosqueteros’ y aquello me dejó alucinado».
Admite que últimamente se ha alejado de la novela histórica y que el panorama literario español fue mejor en tiempos pasados, señalando como autores favoritos a Galdós y a Baroja. «Si Galdós hubiera escrito en inglés o francés sería famosísimo».
Al final, un merecido trago de agua y una igualmente merecida ovación. Esta vez sí se pone de pie y saluda a la gente que se acerca y que le da las gracias por contar la realidad, a su manera.