Felipe Yela
Llevo toda la semana queriendo escribir sobre Felipe Yela. El lunes recibí la noticia de su muerte con tristeza. Desde hace treinta años era presidente de la Asociación de Vecinos «Castilla» de Guadalajara, pero nació en el Alamín. Creo que tuve la suerte de hacerle la última entrevista que concedió antes de morir, pero no estoy seguro, aunque eso da lo mismo. Su deterioro era evidente y sus hijos le acompañaron durante todo el rato de la charla. Creo que quedó muy satisfecho del resultado. Tres años antes había estado con él para hacer un reportaje del asociacionismo vecinal en Guadalajara que titulé «Mis adorables vecinos». Me gustan mucho las personas que desprenden bonhomía y que no tienen dobleces. Felipe era así. En todas sus intervenciones generaba entusiasmo, y eso, después de estar tres décadas bragando con una asociación de vecinos, tiene un mérito indiscutible. Entusiasmo por las asociaciones de vecinos y por la ciudad, lo cual rompe el tópico que dibuja a Guadalajara como un barrio dormitorio de Madrid sin alma ni vecinos que la defiendan. Quizá haya pocos, pero los hay. Y conviene subrayarlo. Felipe Yela era uno de ellos.