Sotillos glosa la figura de Alejo García, más allá de los jadeos dando la noticia de la legalización del Partido Comunista. Yo me acuerdo de su programa La Espuela, a las doce de la noche, que iba después de los «goles» de Parrado. Los escuchaba de niño a escondidas, con los cascos puestos, para que mi madre no se pensara que le robaba tiempo al sueño ni al colegio. Y aquella sintonía decadente, cansina, narcotizante. Entonces a Carlos Dávila aún se le podía escuchar sus opiniones y Ramón Pi era moderado.
Un periodismo, un tiempo.