Borrar la memoria
En apenas 24 horas han coincidido un par de declaraciones en el plano internacional que nos pueden llenar de optimismo y de tristeza. Ambas nos dejan sin resuello, pero por diferentes razones.
Por un lado, la canciller Merkel expresando su «vergüenza» y la de los alemanes por el Holocausto en la tribuna de la Kneset, el Parlamento israelí, y hablando en alemán. Infunde tranquilidad y unas dosis de confianza en el ser humano pensar que, varias décadas después de la atrocidad nazi, la máxima responsable política de ese país acude al territorio cuyos ciudadanos fueron víctimas del exterminio para presentar su respeto, y el de la sociedad a la que representa. Y también para pedir perdón. Algo inusual en la historia del siglo XX, donde hubo, hay que recordarlo, dos guerras mundiales y otros conflictos bélicos de consecuencias nefastas, entre ellos, nuestra Guerra Civil.
Los que no piden perdón son los protagonistas de la foto de las Azores que, por cierto, el fotógrafo de Reuters para España que captó la imagen es el hijo de Manuel Barriopedro, el histórico fotógrafo alcarreño de la agencia Efe. Aznar ha dicho a una emisora de radio de la BBC de Londres que «la situación no es idílica, pero sí muy buena». Lo dijo días después de la muerte de 52 personas en un atentado [Arcadi Espada dice hoy que es insidioso e inmoral establecer una relación entre ambas cosas].
Los patrocinadores de la invasión en Irak siguen empeñados en no enmendar su error, pero resulta particularmente patético el intento de Aznar de seguir levantando la voz -continuando así su papel de vocero del trío de las Azores- para no presentar excusas ni admitir que aquella operación militar, además de un error político mayúsculo, fue un crimen de guerra. Las declaraciones de Aznar, en todo caso, han pasado inadvertidas en la prensa occidental, salvo en la española. Ninguna de las grandes cabeceras internacionales -pinchen en sus ediciones digitales para comprobarlo- se ha hecho eco de las manifestaciones de un señor que está fuera de la realidad desde hace mucho tiempo.
Qué imágenes más distintas. La de Merkel pidiendo perdón en la Kneset y la de Bush, Blair y Aznar diciendo que Irak es poco menos que una democracia ejemplar. Qué diferente la señal que se lanza al mundo con ambos mensajes. Qué rara es la política, y la historia. Qué cantidad de contradicciones en un Parlamento israelí que llora a las víctimas del nazismo pero olvida a los palestinos.
Quizá lo más importante de todo es no olvidar nada.
El periodista José Martí Gómez publicó el domingo en el Magazine de La Vanguardia una entrevista con Thomas Buergenthal, que fue prisionero en el campo de Auschwitz cuando era niño. Se salvó. Es juez de la Corte Internacional y ahora acaba de publicar un libro explicando su terrible experiencia. Explica: «En el tiempo de Auschwitz viví muchas historias inhumanas, pero esta es la más inhumana de todas: el darme cuenta de que la gente que llegó a Auschwitz cuando ya no se anotaban los nombres y apellidos, cuando el preso era solamente un número; es gente que al morir en la cámara de gas y ser incinerada dejó de existir sin dejar huella de su paso por el campo. Para mí eso fue un doble crimen. No conozco nada más brutal que esto: el borrar la memoria, el rastro, el final de un ser humano fue el peor crimen de los nazis. Fueron miles de personas abocadas a ese destino, y del drama no fui consciente hasta que empecé a escribir el libro».