De vinos
Según los expertos, los dos mejores vinos españoles, con una puntuación ambos de 100, son Clos Erasmus, de Priorat; y Contador de Rioja. Los dos son del año 2005. Mientras el segundo procede cien por cien de uva tempranillo, el primero tiene un 75% de garnacha, un 15% de syrah y un 10% de cabernet y sauvignon. En el resto de la lista figuran clásicos como Vega Sicilia, Pedro Ximénez, Pingus, Muga y hasta un Amontillado, entre otros muchos.
En esta retahíla se encuentran los mejores. Estamos hablando de botellas cuyo precio, de media, rondan los 100 euros. A veces mucho más (los dos ganadores están por encima de los 400 euros) y en otras ocasiones algo menos. Sin embargo, pienso que no hace falta pagar una burrada de dinero para catar un buen caldo, aunque los restaurantes abusan muchas veces en sus cartas.
Me gustó mucho el domingo el artículo de Carlos Salas en el suplemento salmón de El Mundo. Lo tituló «Para los que creen saber de vinos» y se reía de aquellos que van a las reuniones familiares o a las comidas de negocio haciendo alardes de sus eximios conocimientos vitivinícolas. Los hay que se pasan de enterados y de paletos, pero es evidente que el vino se ha convertido en un símbolo de excelencia, que no se entiende una buena comida que no esté convenientemente regada y que la gente suele preferir la calidad a la cantidad.
El negocio del vino va viento en popa y esa es la mejor noticia. Hace pocas semanas, el jefe de Vega Sicilia dijo en el suplemento de economía de El País que tiene lista de espera en multitud de países del mundo, ya que la producción de esta bodega de Ribera del Duero es sobresaliente pero muy limitada.
Los vinos españoles están en alza, han adquirido una calidad notable, se han transformado en el etiquetado y en la presentación y han adquirido una relevancia internacional que está empezando a hacer sombra a los franceses. Al consumidor tampoco nos tiene por qué importar la competencia. Lo que sí nos interesa es que se siga esta tendencia y que se tome al vino, no como un elemento exclusivo, sino como un disfrute al servicio de todos. Cada uno con sus gustos y con su bolsillo. Como escribía Salas el domingo: «Regla número 1: no hay reglas. Y aquí se acabaron las reglas. Es decir, no siga ese consejo que dice que con las carnes hay que tomar tinto, con pescados, blancos, y con mariscos, rosados. Cada paladar es un mundo, de modo que tome el vino que le dé la gana, a la hora que le dé la gana, combinado con carnes, pescados, moluscos o cacahuetes». Como agregaba, yo también recomiendo Verema como un buen sitio para indagar en este mundo y aprender más. Y añado: para comprar buen vino y dejarse llevar por las explicaciones de su dueño, recomiento Bodega Santa Rita, en Madrid.
Así que hala, ya que se acerca la hora del aperitivo, a relajarse y disfrutar. Que el vino casi siempre es sinónimo de buena compañía y de ratos agradables, por cierto, otra cosa buena asociada al descorche de una botella. Yo tengo un Emilio Moro (de Ribera, mi denominación favorita) esperándome en la terraza.