PSC
Anda que si llegan a funcionar bien los Cercanías… El arrollador resultado del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) pone de manifiesto que pesa mucho más en el electorado catalán el bloqueo a un Partido Popular que juzgan demasiado escorado a la derecha, que un voto de castigo por la gestión de los servicios públicos, a todas luces insuficiente, con el apagón, el colapso de los Cercanías, los socavones del AVE, las trifulcas del Gobierno tripartito en la anterior legislatura y demás líos particulares.
El PSC, lo escribía ayer el escritor Antoni Puigverd en La Vanguardia, es un «rara avis» en el socialismo español y europeo y en el panorama política catalán. Recoge el voto obrero, pero tambien el de un liberalismo moderado, el de una clase media capitalista que ha subido en los últimos años en España, y que en otras partes apoya incondicionalmente al PP, como en Madrid o Valencia. El voto del PSC es de los emigrantes andaluces y murcianos, pero también el de los catalanes de toda la vida de Gràcia o Sants. Aglutina a «los otros catalanes», que escribió Candel, y ha demostrado ser capaz de convertirse en el partido bisagra de la sociedad, desplazando a CiU (que no tiene tanto arrastre en el área metropolitana de Barcelona y los cinturones industriales) al gélido invierno de la oposición.
Los resultados de los socialistas catalanes (25 diputados) sólo pueden sorprender a quien no conoce la sociología catalana. Han explotado al máximo el miedo a una derecha que consideran montaraz y excesivamente anticatalana. El PP se lo ha puesto en bandeja: con las alocuciones de «radio minarete» (como llama a la Cope Bono), con el boicot, con la OPA de Gas Natural y con la utilización vergozonsa de la lengua como arma política arrojadiza. Paradójicamente, la alianza del PSC con el tripartito en la Generalitat ha terminado por consagrar la vertiente catalanista de los socialistas, que ya no sólo son «charnegos». Son catalanes sin necesidad de más calificativos. La campaña ha estado dirigida por José Zaragoza, que hoy en una entrevista dice que «el català emprenyat es una ficción de columnistas». El catalán enfadado existe porque los servicios públicos presentan serias deficiencias. Los trenes no funcionan bien, el AVE ha llegado a Sants pero todavía hay problemas en el trazado por Barcelona, la clase política catalana ha huido de los consensos y el desgaste del Estatut ha sido elevado. Sin embargo, más que el catalán enfadado, ha votado el catalán ofendido. Ofendido por la política abiertamente sectaria y errática del PP en el ámbito nacional, poniendo en el disparadero a Cataluña. Y han calculado mal la distancia. Nadie gana unas elecciones generales sin un buen resultado en Cataluña. Y ningún partido puede obtener unos buenos resultados en Cataluña falseando la realidad que viven, a diario, sus propios ciudadanos.