Debates
En una clase del año pasado en la Facultad de Ciencias de la Información tuvimos la oportunidad de analizar, milímetro a milímetro, segundo a segundo, los dos debates que realizaron González y Aznar en 1993. Se supone que el de Antena 3 lo ganó el presidente del PP. Luego se supo que González tuvo el día anterior al debate un incidente gravísimo en el aeropuerto de Las Palmas. Fue cansado y sin la lección aprendida. Me temo que también pesó una cierta subestimación del aspirante conservador. En cambio, al de Telecinco, el entonces presidente del Gobierno acudió más preparado. Noqueó a Aznar con su presencia, con una labia extraordinaria, y también con datos. Conclusión: creo que el candidato socialista puso sobre la mesa sus tablas y su categoría como político (más allá de coincidir o no con sus postulados) y el candidato popular demostró que el todopoderoso González no era infalible. Y, en consecuencia, tampoco invencible.
En cuanto al fondo del cara a cara, González y Aznar debatieron más minutos que los 90 que contendrá la contienda televisiva entre Zapatero y Rajoy. Trataron temas que, casi con toda probabilidad, no saldrán ahora, como la energía nuclear. Digo que no saldrán ahora porque, lamentablemente (y lo estamos viendo en las entrevistas de la precampaña en los distintos medios), parece que la agenda está copada por el terrorismo, los obispos, la economía y, a veces, sólo a veces, los trasvases. Observen, por ejemplo, que durante las entrevistas de Gabilondo a ZP y Rajoy no se habló nada de política internacional. ¡Ni un minuto! Igual ocurrió en la charla que mantuvo ayer Carlos Herrera con el presidente del Gobierno. No es extraño, por tanto, que broten los críticos de las llamadas entrevistas-ríos. O sea, charlas largas donde se abordan muchos asuntos (quizá demasiados para acotar tanto temario) y se dejan muchos otros en el tintero.
Veremos lo que da de sí el debate entre Zapatero y Rajoy, pero si se programan tanto los tiempos, los bloques de temas y las intervenciones, poco o nulo espacio se deja a la improvisación, que es lo único que da gracia a este tipo de lances. Y ojo, no hablo de improvisación banal (Ramón Mendoza ganó unas elecciones al Real Madrid a Florentino Pérez por mofarse de cómo meneaba con nerviosismo un bolígrafo). No. Hablo de improvisación a la hora de trazar un discurso suficientemente solvente y cimentado como para convencer a la audiencia, sin papeles de por medio, de que ese es el líder necesario.
De todas maneras, lo mejor de los debates electorales, a mi modesto entender, no es verlos en su momento, sino pasados los años. Retratan a los personajes, a sus verdades y a sus mentiras. Impresionante el documento de arriba.