¡Es la sanidad, estúpido!
Perdonen la autocita pero, como escribió Unamuno, “nadie me pilla más cerca”. En Nueva Alcarria publicamos el domingo un reportaje que ha pasado sin hacer ruido pero que aborda un tema esencial: la situación de los médicos de cabecera. Lo digo no sólo por este artículo, sino por todos los que han publicado el resto de colegas de la prensa provincial acerca del mismo asunto. Cuando un reportaje aborda un tema de calado social, que afecta a algún pilar de lo que se conoce como Estado del Bienestar, la cosa parece anodina. Incluso de poca monta. Sin embargo, cuando los periodistas nos afanamos en hacer cábalas sobre si fulanito va a encabezar una candidatura o menganito ha discutido con zutanito, entonces los periodistas nos morimos de ganas por salir en la foto (algunos, no todos) y la bandeja de entrada de tu móvil rebosa de mensajitos estúpidos y banales. Así es la vida. Así es el periodismo.
A veces, ciertamente, da la impresión de que la prensa transita por un camino y la gente por el contrario. Que acaba de morir una mujer asesinada por su marido o ex marido, pues los periodistas seguimos dando la matraca con Pizarro. Que la sangría en los accidentes de carretera no se reduce ni con puntos ni sin ellos, pues los periodistas erre que erre con lo de la letra del himno. Que el fracaso escolar español es ya todo un escándalo en Europa, pues los periodistas machacamos al personal con la última soplapollez de Acebes o de Pepe Blanco. Que en Kenia siguen cayendo cadáveres en la peor guerra en lo que va de siglo, pues los periodistas dale perico al torno con la novia de Sarkozy.
La sección de Sociedad parece el patito feo de los medios de comunicación en nuestro país. Da igual que el asunto sea importante o afecte a millones de personas. Las redacciones imponen la lógica de las empresas y se dedican a poner el foco sobre aquello que sólo interesa a unos pocos. Y entonces cuestiones que son trascendentales para la vida cotidiana, se reducen a la mínima expresión negro sobre blanco. Alguno podría echarnos en cara aquello de ¡es la sanidad, estúpido!, emulando a la frase que le soltó Clinton a Bush: «¡Es la economía, estúpido!». ¿Hasta qué punto los periodistas escuchamos la demanda que subyace en la sociedad sobre el tipo de información que quieren recibir? Es una pregunta, por supuesto, que encierra una autocrítica.
Volviendo al caso. El anuncio de la huelga de médicos en Castilla-La Mancha es un síntoma inequívoco de que las cosas no se están haciendo bien en Sanidad. Diga lo que diga la inefable Eladia Abánades, que para los que no la conozcan hay que señalar que es la delegada de Sanidad en Guadalajara. Una señora, por cierto, que tiene un problema enorme de comunicación. No sabe dirigirse a la prensa. No hay cintura para contestar. Un periodista que quiera acceder a ella tiene que plantearle la cuestión varias veces y, sólo cuando se ha empapado la lección que te quiere “colocar”, accede a contestar. ¿Por qué contar todo esto? Porque la intrahistoria que vivimos los periodistas da una idea bastante certera del nivel de representantes que tenemos.
Lo cierto es que la convocatoria de huelga del sindicato CSI-CSIF, que afecta a los facultativos de Atención Primaria, evidencia lo que hace ya mucho tiempo se viene denunciando y que la Administración no quiere oír: faltan médicos y, lo que es peor, los que ahora trabajan no están satisfechos con sus condiciones laborales. Lo explico tal como me lo contaron los propios afectados: un facultativo actualmente hace una jornada ordinaria de 8 de la mañana a 3 de la tarde, luego encadena una guardia desde las 3 de la tarde hasta las 8 de la mañana del día siguiente y, finalmente, repite otra jornada ordinaria de nuevo hasta las 3 de la tarde. Es decir, se tira 31 horas trabajando ininterrumpidamente. Francamente, es para volverse tarumba. Ellos y, sobre todo, los pacientes.
Un colectivo que no cuida a sus médicos y a sus maestros tiene un serio problema. Y Castilla-La Mancha no está demostrando, precisamente, demasiada sensibilidad con ambos colectivos. Tampoco con el de enfermería, ni siquiera con los conductores de ambulancia, que hace poco también tuvieron que dar por cerrado –aunque no están satisfechos del todo- el conflicto que mantenían con quien les paga. Incluso las farmacias (en Nueva Alcarria decidimos llevarlo a portada hoy) se están quejando de «desabastecimiento», es decir, que los medicamentos ya no son una necesidad, sino un «bien de consumo», tal como sostiene el presidente del Colegio de Farmacéuticos de Guadalajara. Si los políticos, tal como proclaman, consideran que es una obligación atender estas cuestiones, que son de primer orden para la población, ¿por qué no toman medidas efectivas?
Al otro lado de la frontera del Corredor del Henares tampoco las cosas parece que están mejor. Sin ir más lejos, esta mañana se ha conocido la sentencia de la Audiencia de Madrid sobre el caso Montes en el hospital de Leganés. Los jueces dicen que no hubo mala praxis y que no se puede seguir utilizando esa expresión. Pues bien, durante toda la tarde, en la portada de la edición electrónica del diario más superprogresista, El País, no aparecía ni una referencia al asunto. Y ojo porque se trata de un tema gravísimo, de una irresponsabilidad por parte de la Comunidad de Madrid que tira para atrás. Y nadie parece dar la cara. Todos seguiremos hablando del negocio de los Oscar y de Bardem, del sueldo de la presidenta de la Diputación o de cualquier nimiedad. Felices y autocomplacientes. Rendidos a la inercia informativa. Anestesiados por nuestra propia impericia.