La Garlopa Diaria

25 enero 2008

El tiempo


Salgo a la calle después de escribir y trabajar y me encuentro con una temperatura entre primaveral y otoñal. Ha hecho un día raro en Madrid: medio nublado, amenazando lluvia, pero sin caer ni una gota. El cielo ha estado gris y pálido, impropio de esta ciudad luminosa. Esta mañana, muy temprano, he escuchado una entrevista de Carlos Herrera al jefe del Instituto Nacional de Meteorología, que ha hablado claro. “No es tan raro este tiempo, es más habitual de lo que parece en enero, luego en Semana Santa puede venir el frío otra vez”, ha dicho. Y punto. Es decir: no nos volvamos locos. Enero no se ha vuelto loco. No hace falta exagerar con el cambio climático. Salgan a la calle y disfruten y déjense de tanta soflama ecoverde.

En diciembre tuve el placer de charlar con Juan Ángel Bueno. Tiene 63 años y es un agricultor de Tortonda, un pueblecito cercano a Alcolea del Pinar. Lleva muchos años analizando la intensidad de las lluvias en su pueblo. No ha necesitado satélites, ni ordenadores portátiles ni pantallas táctiles. Sólo ha utilizado un pluviómetro que le regaló Fertiberia. Es un hombre del tiempo que acierta más que los hombres del tiempo que salen por la tele. Juan Ángel fue apuntando en un cuaderno el índice de precipitaciones en Tortonda. Me dijo que lo hacía por curiosidad: «Te da una orientación pero no hay dos años seguidos, el tiempo siempre es diferente, incluso en los años que caen los mismos litros no es lo mismo que llueva mucho en invierno que lo haga en mayo, que es cuando nos interesa a los agricultores”. Sin embargo, en la ciudad persiste la obsesión por el tiempo, aun cuando en el campo dependen más de él. ¿Por qué le damos tantas vueltas a la cuestión del tiempo? ¿Por qué nos dan tanto la tabarra con este asunto? ¿Por qué el espacio del tiempo es lo más visto de la televisión?

Lo malo es que, después de todo esto, me he encontrado con un despacho de Efe donde dice que estas temperaturas tan benignas de enero provocan un aumento de las alergias. Para los que sufrimos esta pesadilla, esto sí que un coñazo y no el cambio climático.