Los diputados jabalíes del PP
El primer Pleno del Congreso del nuevo periodo de sesiones -el último fue a mediados de diciembre- vuelve a demostrar hoy que la crispación, los insultos, las interrupciones, las zancadillas y las broncas vienen siempre desde la misma bancada de la oposición. Creo que es hora de decirlo ya y no esconderse en la tabla rasa con la que habitualmente suele juzgarse a todo el arco parlamentario. Basta comprobar la patética intervención de esta mañana del secretario general del PP al vicepresidente segundo del Gobierno. Se enreda con los gritos, las chanzas y las tarjetitas, y siempre se le escapa vivo.
En un discurso pronunciado el 31 de julio de 1931, José Ortega y Gasset, entonces diputado de la Agrupación al Servicio de la República, acuñó la definición «jabalíes» para describir al grupúsculo de parlamentarios de extrema izquierda que sobresalió por su política antigubernamental en las Cortes Constituyentes de la Segunda República. Ahora el parlamentarismo agraz ha cambiado de bando, pero sigue jibarizando las sesiones en la sede de la soberanía nacional.
Está de moda decir que todos los políticos son iguales. No es cierto. Está de moda decir que todos los diputados van al Hemiciclo a ejercer de jabalíes. No es cierto. Como me chupo casi todas las sesiones parlamentarias, por defecto profesional y porque me gusta flagelarme, puedo decirlo sin temor a equivocarme. La crispación no es un recurso de la derecha cuando está fuera del Gobierno. Es un recurso del PP. Solo del PP. El comportamiento de algunos de sus diputados-jabalíes, por seguir con el término orteguiano, no encuentra réplicas en Ciudadanos. Ni siquiera en Vox. No estoy expresando una opinión; estoy describiendo un hecho.