La Garlopa Diaria

3 enero 2008

Los politólogos de este país dicen que el PSOE, para ganar las elecciones, tiene que hacerse con la «centralidad política», y olvidarse de veleidades izquierdosas. Sin embargo, las mayores victorias socialistas (en el 82 con Felipe y en el 2004 con Zapatero) han llegado por fuertes aires de cambio y movilización del electorado, digamos, más ideológico.

Por eso es curioso que tenga que ser el PSOE, y no el Gobierno, el que haya tenido que contestar a la cúpula de la Iglesia católica tras la manifestación del otro día. Esto demuestra, a mi modesto entender, dos cosas. Una, que el clero sigue teniendo un enorme peso y capacidad de movilización (más que los sindicatos, por ejemplo). Y dos, que la personalidad reformista y supuestamente de izquierdas del presidente del Gobierno se ha ido diluyendo conforme ha avanzando la legislatura.

El País publica hoy un interesante artículo en el que hace constar las «concesiones de Zapatero a la Iglesia». Pese a todo, los obispos siguen metiendo puyazos al Gobierno y actuando de arietes electorales del PP. Y siguen sin entender que una democracia no puede estar tutelada, ni por el Ejército -que se reformó más rápido que la propia Igleia- ni por las sotanas. También demuestra que, con componendas y con falsas diplomacias, la táctica De la Vega decae y Zapatero deja de ser la última esperanza del socialismo español. Si es que algún día lo fue. La cuestión: está claro que la izquierda en Italia o en Inglaterra (entendamos izquierda a la socialdemocracia cristiana italiana de Prodi y al laborismo de Brown, y ríase usted de la tercera vía) puede ganar elecciones abrazando la causa católica y haciendo bandera del centrismo y hasta del liberalismo. Pero la pregunta es: ¿puede hacer lo mismo el PSOE en España olvidando a los votantes de izquierda?

PD.- A título de curiosidad, estas son las concesiones que reseña El País. Habría que publicarlas en la pastoral del próximo domingo:

– Financiación. Cada español -católico o ateo, judío, protestante, musulmán o budista- pagará este año 3,5 euros para el sostenimiento del clero y culto católicos. Es un 34% más que hasta ahora. Lo pactaron el Gobierno y los obispos en 2006. Además, el nuevo sistema tiene carácter de «estable», bendecido con un intercambio de notas entre el nuncio del Papa y el ministro de Asuntos Exteriores español.

– Impuesto religioso. Con el nuevo sistema, el coeficiente del IRPF que recibe el episcopado de sus fieles se eleva del 0,5% al 0,7%. A este sistema se le llama impropiamente impuesto religioso. La realidad es que el católico no añade ni un euro de su bolsillo en el IRPF. Es Hacienda quien lo resta de los ingresos públicos totales, a petición de un creyente que, con ese mecanismo, aporta al Estado el 99,3% de su cuota fiscal, no el 100% como el resto de los españoles.

– Autofinanciación. Lo más llamativo del nuevo acuerdo es que este Gobierno aceptó lo que habían negado a los obispos todos los anteriores, es decir, la renuncia a autofinanciarse en el futuro mediante un sistema que debió acordarse en 2001 y que Hacienda prorrogó año tras año hasta 2006. De la Vega y el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, habían predicado lo contrario. De la Vega, el 14 de noviembre de 2005: «Hemos llegado a un punto donde las aportaciones del Estado a la Iglesia católica, que han ido a más cada año, tendrán que ir a menos». Caldera, el 22 de julio de 2004: «Que el Estado financie a esta confesión religiosa tendrá que acabarse algún día».

– Eutanasia y aborto. El Gobierno -y ahora el PSOE, en su programa electoral- ha renunciado a legalizar la eutanasia, y a ampliar a un cuarto los supuestos de despenalización voluntaria del embarazo. Motivo: no molestar a la Iglesia católica.

– Acuerdos de 1979. Una reivindicación de los socialistas, durante décadas, es la denuncia de los Acuerdos bilaterales que atan desde 1979 las relaciones con el Vaticano. Rodríguez Zapatero la acaba de descartar.

– Educación para la Ciudadanía. El Gobierno ha cedido ante los colegios religiosos concertados, que podrán adaptar la polémica asignatura a su ideario, suprimiendo lo que les disguste.