La Garlopa Diaria

20 diciembre 2007

Juan Cruz

Ayer estuve en la sede de El País tomando un café con Juan Cruz. Le pregunté por qué se hizo periodista y me contestó que porque escuchaba la radio y quería contar cosas. «Me imaginaba mundos y palabras, así que ya tenía media carrera hecha», dijo. Juan Cruz es un periodista trabajador, insaciable, curioso, inteligente y un lector voraz. También es todoterreno: ha sido corresponsal en el extranjero, editor, analista, crítico cultural, reportero. Sus entrevistas son conversaciones transcritas, no una dialéctica cerrada de pregunta consabida y respuesta larga. Me gusta su humanidad y su manera de afrontar el periodismo. Tiene una opinión sesgada, claro, como la de todos. Pero no es sectario. Tampoco insulta. Me gusta su manera de entender el oficio, su optimismo. Dice que aún tiene la «adrenalina» de cuando empezó a escribir en el periódico de su provincia. No será fácil siendo adjunto a la Dirección de El País. Por eso acostumbra a estar todos los días fuera del despacho: dando charlas en colegios, haciendo entrevistas o viajando por el mundo. Admiro su capacidad de trabajo y su ejemplo para la profesión, porque es una manera de renovar el compromiso en un periodismo que algunos quieren convertir en trincheras. Siempre en guerra. Siempre en conflicto para reclamar su propia identidad.

Me animó mucho charlar con Juan Cruz. Hay periodistas buenos y malos. Dentro de los buenos, los hay que tienen sentido de la pedagogía y otros que no saben transmitir todo lo que saben. Cruz es de los primeros. Habla como escribe: frases cortas que encierran pensamientos largos, pocos juicios de valor y mucha reflexión. Su mesa de trabajo parece la rebotica de un librero: hay montones de pilas de libros, varias carpetas, cuadernos y algún cuadro. «España no calibra bien el problema que supone que la gente no lea». Fue la única sentencia rotunda que hizo.

Le pregunté por los grupos de comunicación. Él defiende a Prisa. Lógico. Pero lo hace con una base argumental que va más allá de la pura consigna: la empresa informativa comenzó a ser industrial cuando se organizó el negocio alrededor del periódico. Cuando dejó de ser una gaceta de partido y empezó a convertirse en medio de comunicación. «Es mejor que los periódicos estén en manos de empresarios de la comunicación que de los políticos, que es lo que ocurría antes», sostiene. ¿Y qué pasa cuando esos empresarios no son de la comunicación?

No todas las empresas del sector tienen a un periodista como consejero delegado, como Cebrián. La mayoría son ejecutivos ajenos al periodismo. No sólo en provincias. También fuera. El diario ABC publicó ayer una completa crónica sobre los planes de News Corporation, el conglomerado mediático de Rupert Murdoch, que es un señor con pocos escrúpulos, ultraderechista, sensacionalista, que se ha hecho nada menos que un emporio cuya cúspide es la televisión Fox y ahora el histórico Wall Street Journal, que ya de serie es muy conservador. El problema no es que sea conservador. El problema es que, sin tener la menor idea de periodismo (según sus propios compañeros) influye, dirige y manipula el trabajo de las redacciones que pertenecen a su grupo. Y, generalmente, como me confesaba Cruz, «estas empresas tienen la tentación de utilizar sus medios para defender la actividad central de sus negocios». Menos artículos largos y trabajados y más historias impactantes y más fotografías, les ha dicho Murdoch a los del Journal.

Las empresas de comunicación han industrializado la profesión, la han asentado económicamente, la han hecho sólida. De acuerdo. Pero tengo una duda: ¿Quién defiende a los periodistas que trabajan para empresarios a los que poco o nada les importa el periodismo?