En la nota oficial de la comparecencia del consejero de Sanidad, Roberto Sabrido, no aparece la noticia que para Guadalajara es importante: la Junta pagará más a los médicos que se vayan a trabajar a la comarca de Molina (leído en El Decano). De manera implícita, por tanto, el Gobierno regional acaba reconociendo, aunque a regañadientes, que existen problemas en la atención sanitaria en muchas zonas de la provincia.
Hace pocas semanas preparé un reportaje en Nueva Alcarria sobre la falta de médicos. Resulta que el ministro de Sanidad, Bernat Soria, reconoció que faltan 25.000 facultativos en todo el país. Ingenuo de mí, pensé que sería raro que no nos toque ninguno a Guadalajara. Pues bien, según las autoridades sanitarias de la provinca, no existe falta de médicos, no hay problemas de ningún tipo en asistencia, la gente habla maravillas del sistema sanitario castellano-manchego y tampoco hay carencia de especialistas. Ni en Atención Primaria ni hospitalaria. Ahora resucita Sabrido y dice que hay que incentivar a los médicos para que se vayan a Molina. A lo mejor no sólo a Molina. Incluso en Guadalajara: ¿por qué esta provincia es la única de la región donde no se va a hacer un hospital nuevo, sino que se va a ampliar el que ya funciona? Eladia Abánades, delegada del ramo, no suele saber que contestar cuando en alguna ocasión, de higos a peras, alguien se atreve a preguntárselo.
Otro inciso: ¿Por qué a la Administración le cuesta tanto reconocer la realidad? Si el ministro dice que se precisan médicos, no tiene ningún sentido que en Castilla-La Mancha no falte ninguno. Es pura lógica, pero ellos lo entienden diferente. Los delegados de la Junta, además de tener un problema de comunicación muy serio (no tienen a nadie que les oriente seriamente cómo dirigirse y tratar a los medios, y la pifian, claro), son incapaces de reconocer problemas que, por otra parte, son la mar de normales. La gente no se espanta ni se mosquea con sus representantes porque haya problemas, sino porque no sean transparentes. No es nada extraño que no encuentren más médicos para Molina: está lejos, los servicios no son los mismos que en una ciudad y las condiciones de vida, tampoco. Pero no, en lugar de asumir la realidad y afrontarla sin complejos, la Junta se empeña en pintar un panorama idílico donde apenas existen problemas, ni deficiencias, ni nada malo. Y así pasa, que los montes se incendian; los hospitales, como el de Guadalajara, se quedan escasos; y las comarcas se rebelan aun a riesgo de recibir luego un azote de los propios políticos, como le ha ocurrido a «La Otra Guadalajara».
Todo daría mucha risa si no estuviera en juego el futuro de la provincia.