En la página 29 del ABC de hoy aparece un artículo provocativo, pero interesante de un tal Jaime de Piniés, que el diario monárquico presenta como «miembro del Foro Arrupe«. El artículo se titula «Libertad y el «no pasa nada» y su tesis principal es demostrar el desastre al que está abocada nuestra patria porque los periodistas son muy malos, están mal preparados, cobran poco y «son absolutamente vitales para crear y aupar demagogos». Textual.
Vamos por partes. He perdido unos minutos esta mañana para documentarme. ¿Qué es el Foro Arrupe? Según explican ellos mismos: «un foro mensual de reunión de personas, de diferentes profesiones e ideologías que debaten en coloquio temas de interés social. El Foro está incluido en la Cátedra Pedro Arrupe, promovida por la Compañía de Jesús a través de la plataforma «Residencia Sagrado Corazón y Parroquia San Francisco de Borja» con la colaboración de la Universidad Pontificia Comillas (UPCO)». ¿Y quién es Jaime de Piniés? Al parecer, el representante más significativo de este foro.
En la segunda parte del artículo, el autor se desliza por la pendiente resbaladiza y muy fácil de caer de atacar todo lo que huela a zapaterismo y socialista. Hay una crítica solapada a El País: «periódicos que fueron ejemplares durante la Transición, y que siguen dando cobijo a grandes periodistas, tapan y no impiden el deterioro». Se refiere al deterioro, a su juicio, de las libertades.
La primera parte del texto es más interesante porque pone el dedo en la llaga de los intereses empresariales de los propietarios de los medios de comunicación. Personas, en su mayoría, que no son editores, sino constructores o empresarios de otro tipo que poco o nada saben de periodismo y editoriales, salvo que representa un poder incalculable como fuerza de poder, o simplemente de negocio. Por ejemplo, en el caso de las licencias de televisión digital (por cierto, atentos a las concesiones de la Junta de Castilla-La Mancha en los próximos meses).
Creo que acierta el autor cuando ataca al Gobierno (y entiéndase aquí todo tipo de gobierno, incluidos los autonómicos) como uno de los culpables principales en la pérdida de prestigio de la profesión periodística. También creo que acierta cuando achaca a los propios redactores una cierta atonía o docilidad para sublevarse ante este tipo de situaciones, aunque en eso influyen muchos factores humanamente comprensibles.
Su opinión, sin embargo, es sesgada cuando centra su diatriba únicamente contra los nacionalismos y, de nuevo, contra el País Vasco y Cataluña. En la Comunidad de Madrid, teóricamente, no gobierna ningún partido nacionalista y la manipulación a la que están siendo sometidos sus medios públicos (dicho por sus propios profesionales) resulta burda. En Castilla-La Mancha tampoco hay nacionalistas en el poder y, en fin, qué quieren que les diga. Y así podríamos seguir con el resto de regiones. También sorprende que De Piniés critique acendradamente a la prensa vasca y catalana y exima a la de Madrid: ¿no hay pensamiento único y monolítico, como dice él mismo, en la capital? En el mismo periódico donde escribe su artículo De Piniés hace mucho tiempo que no he leído, precisamente, una opinión de izquierdas. Por ejemplo, nunca he visto publicado un artículo de Belén Gopegui. No seamos ingenuos. No va a ser precisamente ABC un baluarte de la izquierda, obviamente, pero convendría no criticar la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.
Así que menos lecciones y más aplicarse el cuento porque en lo que respecta al desprestigio de la profesión, pocos periodistas y medios se salvan. A todos los niveles y de todos los ámbitos. También me sorprende que muchas personas critiquen lo malos que somos los periodistas y lo mal que está este oficio, pero luego no pierden ocasión en aprovechar sus tribunas para atacar, precisamente, al soporte del que se sirven.