Me ha llamado mucho la atención el tono de la crónica que firma hoy el corresponsal en París del diario El País. Dice que la huelga de transportes que está paralizando Francia esta mañana se debe a la revuelta de los transportistas para mantener «sus privilegios». No tuvo bastante el diario de Prisa con el editorial del Che, que ahora vuelve por sus fueros. En serio: si quieren conservar su primacía en el espectro centro-izquierda/izquierda de los lectores de prensa en España, por favor, que cambien el rumbo. Porque una cosa es dar espacio a colaboradores que cuestionen la línea editorial (que falta le hace a El País, donde manda el pensamiento único) y otra cosa es que aquello por lo que siempre ha destacado, el rigor de su red de corresponsales y redactores, se vea laminada.
¿Cómo que privilegios? ¿Privilegios de quién, por qué, en comparación con qué o con quién? Si la protesta es tan parcial y afecta a unos pocos «privilegiados», ¿por qué se han sumado otros muchos colectivos, como los estudiantes o la judicatura?
La historia de El País transcurre entre la herencia de Diario 16, la prensa que nace al albur de la democracia, y los publireportajes sobre las boutiques de la calle Serrano. En esas estamos. El otro día, en una conferencia, escuché a Javier Moreno, su director, decir que la apuesta se centra en los temas propios y en cuestionar la versión oficial de la realidad. Parece, por tanto, que la senda escogida no es la de antaño.
Y, por cierto, al hilo de esta información, tremendas las palabras de Alain Finkielkraut en Le Monde (tiene podcast): «el movimiento estudiantil es absurdo y odioso» (http://podcast.blog.lemonde.fr). Si no fuera por el respeto intelectual que se le debe, su intervención no tendría desperdicio.