Pocos minutos después de la lectura de la sentencia del juicio del 11-M, ya encontré comentarios de opinión en las agencias de prensa y en las ediciones digitales de los periódicos. Escribir es correr, diría hoy Larra si resucitara. De entre todo lo que voy leyendo, subrayaría el artículo de Bocos que he copiado a continuación. Porque me parece que, más allá del análisis judicial que pueda derivarse del fallo, subyace una sensación de trinchera permanente en el campo de la política que no respeta ni a la justicia, ni a los jueces ni a 192 víctimas.
Fermín Bocos.- Un país, una sentencia
MADRID, 31 Oct. (OTR/PRESS) –
Conocida la sentencia y las condenas en el juicio seguido contra los acusados por el atentado del 11-M, parece que todo sigue en su sitio: quienes esperaban la verdad judicial se declaran satisfechos; quienes han estado tres años inyectado cizaña política en la vida pública, se colocan ahora de perfil, mirando hacia otra parte y quienes han hecho negocio periodístico sembrando sombras y «agujeros negros» sobre la actuación de la Policía, la Guardia Civil, el juez instructor y la fiscal del caso, impasible el ademán, siguen emitiendo.
Aquí nadie se disculpa. España es la tierra de Caín y ni siquiera el recuerdo debido a los ciudadanos asesinados aquel terrible jueves de marzo ha sido razón suficiente para instalar un punto de mesura a la hora de analizar este caso. El tribunal ha excluido de forma tajante la participación de la ETA, pero quienes -superada la confusión de las primeras horas- insistieron en propalar la idea de que el atentado era obra de la organización terrorista ETA, dicen ahora que ellos nunca han utilizado el terrorismo para sus argumentaciones políticas.
La deriva es interesada: si la masacre hubiera sido obra de terroristas vascos quedaría rota la conexión entre el atentado y la presencia de tropas españolas en la guerra de Irak, quedando, pues, despojado de significado la presencia del presidente Aznar en la foto de las Azores. Los magistrados Javier Gómez Bermúdez, Fernando García y Alfonso Guevara, han hecho bien su trabajo, los condenados han tenido oportunidad de defensa, el juicio ha sido un juicio con garantías.
En otro país, la cosa terminaría aquí. En España, no. No hace falta tener carné de profeta para avizorar que quienes han hecho negocio con la siembra de bulos y agujeros negros, no dejarán que la sentencia les arruine un buen reportaje. España, ya se sabe que es diferente.