La Garlopa Diaria

3 octubre 2007

Perdón por contar historias prosaicas. Hay quien dice que es de vanidosos. Yo más bien creo que actúan a modo de terapia porque sirven, entre otras razones, para comunicar cosas apetecibles.

Vengo de estar un par de días en un pueblecito de Molina apartado de las cosas relevantes de la vida, que afortunadamente no son las importantes. Judías blancas, chuletón, buen vino, paseos por el campo y noches con manta. La felicidad, en suma.

No se trata de hacer un paralelismo entre lo idílico del mundo rural, que ya cantaba Virgilio en sus poesías, y el carácter aguerrido de la ciudad. En algunos de sus ensayos, Caro Baroja explica las dificultades que cualquier puede encontrar en un pueblo. Un sociedad a veces huraña, quizá desconfiada y pérdida de la intimidad. Pero merece la pena. Para los que venimos del pueblo, alejarse de la urbe es una medicina indispensable que conviene tomar más pronto que tarde.