La ceguera de Alique y el PSOE de Guadalajara
Jesús Alique puso ayer las bases, si él o alguien de su partido no lo remedia, para que el PSOE coseche una nueva derrota electoral en 2011 e incluso la amplíe a la Diputación, que ahora ha mantenido por los pelos. El día anterior reunió a la Ejecutiva provincial de su partido, pero casi todos sus miembros se callaron como corderitos. Ni una crítica al gran líder y, como consecuencia, nula autocrítica por parte de éste. Para colmo, la culpa de la derrota no la tiene él, ni sus errores, ni los errores de sus compañeros de equipo de Gobierno. La culpa es de los votantes socialistas del Alamín y de los Manantiales, que el domingo estuvieron un poco vaguetes y no fueron a votar. Y encima Alique les pone a parir, vamos, el mejor síntoma para recuperarlos y movilizarlos de aquí a cuatro años…
Me da la sensación de que Alique se está preparando el camino para volver a ser presidente de la Diputación. La orden de Zapatero se ha hecho pública a raíz de la crisis de Madrid: no quiere dimisiones de ningún secretario general, por lo menos, hasta que pasen las próximas elecciones generales. Eso ocurrirá dentro de un año, tiempo más que suficiente para que Alique vuelva a la Casa Palacio, y luega ya se verá. Mejor dicho: luego él ya verá porque el partido sigue diciendo amén a todo lo que haga o deshaga.
La duda estriba en si compatibilizará la oposición en el Ayuntamiento [de manera efectiva, no sólo ocupando un acta de concejal] con la presidencia de la Diputación. O si luego lo dejará para ser diputado o senador. En todo caso, el que sale perdiendo es el Partido Socialista, que está tirando por la borda el trabajo desarrollado desde hace más de diez años, incluida la tarea al frente del Ayuntamiento en la última legislatura. Alique entró en política echando a Tomey por cacique y supuesto malversador. Tomey nunca dimitió hasta que le obligaron a irse. Alique lleva el mismo camino. Quizá ahora, teniendo en cuenta el batacazo que se ha pegado, su salida digna sería dimitir y dejar paso a otros, más jóvenes incluso y, sobre todo, más humildes. Seguro que el partido no le dejaría en la estacada, pero él parece optar por seguir engordando para morir. Y lo que es peor: nadie dentro del PSOE reacciona. Al revés, su táctica es la de la venda en los ojos: todo está bien, todo está perfecto, aquí no ha pasado nada, hemos ganado en la provincia, seguimos gobernando la Junta, esta ciudad es muy facha…
La ceguera de los partidos es casi mayor que la de sus propios líderes.