La Garlopa Diaria

9 enero 2007

El atentado mortal de ETA en la T-4 no se lo esperaba nadie, y menos el presidente del Gobierno, que 24 horas antes irradiaba optimismo por todos los poros de su eterna sonrisa. El caso es que, a pesar de la crueldad de las dos muertes, da la impresión de que el proceso para el final del terrorismo sigue. Es posible que esté en ruinas, como la propia terminal de Barajas. Es posible que esté maltrecho, tumbado en la lona. Pero, siguiendo con el símil que utilizaba el memorable Manuel Vicent en su columna del domingo, la democracia española no puede ser tumbada en el primer asalto y al primer golpe directo. No es que el terrorismo sea un partido de boxeo, pero sí me da la impresión que una carrera de fondo. Pasó en Alemania. Pasó en Italia con la brigadas rojas. Y pasó en Irlanda antes de que el IRA anunciara su desarme.

Es evidente que aquí la situación es distinta: Batasuna es una vicaría de los pistoleros, un rehén político a las órdenes de la banda terrorista. Y nuestros líderes, tanto Zapatero como Rajoy, no son precisamente estadistas mundiales. A pesar de todo, los finales de las bandas terroristas organizadas se han encontrado, siempre o casi siempre, a través del diálogo. ¿Por qué? No lo sé, pero sí sé que es así.

Sin embargo, aferrarse al pacto por las libertades y contra el terrorismo como hace el PP, que en realidad es un acuerdo para marginar al resto de las formaciones políticas, no tiene sentido en el momento actual. Aquel pacto se firmó hace seis años en una coyuntura en la que se pretendía ahogar a los proetarras y marginar a los nacionalistas democráticos, después de que el PNV firmara el Pacto de Estella/Lizarra. Hoy ya no tiene sentido aquel pacto. Es el presidente del PNV el primero que clama con firmeza por la desaparición de ETA y el primero que exige a Batasuna que tenga el coraje y la mínima decencia de condenar las acciones terroristas. Así que la propuesta del Gobierno de construir un gran acuerdo que sume a la mayoría de partidos del Parlamento me parece una idea, si quieren ustedes electoralista después de todo lo que ha ocurrido, pero en el fondo justa y razonable.

¿Hay que condenar a Zapatero por haber intentado una negociación? Me parece que no, y a la prensa internacional tampoco. Basta leer los editoriales de estos últimos días. Y me da la sensación de que los bastiones de la «derecha extrema» -léanse o escúchense periódicos o emisoras afines al Partido Popular– están quemando demasiado pronto la carta de la dimisión o de la convocatoria anticipada de elecciones. Criticar, suave o duramente, la política del Gobierno, no es que esté bien, es que resulta sano para la salud mental de cualquier informador. El periodismo es crítico o no es, dice Umbral. Pero los hay que pasan siempre la raya del insulto, la vejación y la injuria. Y nadie dice nada ni acude al juzgado. El presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, Alcaraz, se ha sumado a la locura y ha dicho que «el alto el fuego lo pactaron ETA y el Gobierno…» No sigo citando la frase porque me provoca náuseas, aunque sea una víctima de los asesinos quien la pronuncia.

¿Por qué algunos periodistas y otras malas hierbas tienen tanto odio al presidente del Gobierno? ¿Y por qué el principal partido de la oposición, a través de algunos de sus máximos responsables, consiente estas agresiones verbales reiteradas y sistemáticas?