The Economist (7.12.06)
La vida no podría irle mejor al ex presidente del Gobierno español, José María Aznar: viaja alrededor del mundo, se sienta en el consejo de administración de la empresa «News Corp» de Rupert Murdoch, y da conferencias sin mayores preocupaciones en los ‘think-tanks’ de Washington. No podría decirse lo mismo del conservador Partido Popular que él mismo lideró hasta marzo de 2004, justo antes de que el partido perdiera las elecciones porque, tres años después, el PP ha perdido también el rumbo. Las peleas internas llenan las páginas de los periódicos y altos cargos del partido se dan empujones para suceder al actual dirigente, Mariano Rajoy, si dimite después de las próximas elecciones generales previstas para principios de 2008.
La política nacional en España es cosa de dos partidos. Si el PP pretende echar al presidente socialista, Rodríguez Zapatero, debe contar con los votantes de centro. Pero no parece que intente cortejarlos. Al contrario, se opone con enfado a todas las iniciativas del Gobierno, desde el matrimonio entre homosexuales hasta las transferencias a Cataluña, pasando por las conversaciones de paz con el grupo terrorista vasco, ETA. Como el Partido Conservador británico en el pasado, corre el riesgo de convertirse en un partido “desagradable”. Un reciente vídeo atacando las cifras de criminalidad durante la etapa Zapatero, que incluían imágenes de violencia de cuando el PP aún estaba en el poder, no ha ayudado.
Pero en la raíz de los problemas del PP se encuentra su ineptitud para sacudirse el trauma de su pérdida del poder, lo que ocurrió tres días después de que terroristas musulmanes mataran a 191 personas en trenes de Madrid. El día anterior a las elecciones, manifestantes enfurecidos salieron a la calle preguntando quién había sido. ¿Fue ETA, como Aznar insistía, o los islamistas? A medida que las evidencias se inclinaban hacia lo segundo, los votantes que en principio iban a votar al PP, cambiaron de idea.
Los fiscales y la policía están ahora convencidos de que sólo los radicales musulmanes estaban involucrados. Siete se inmolaron en un suicidio colectivo tres semanas después cuando estaban a punto de ser arrestados, pero altos cargos del PP han continuado ventilando teorías conspirativas que todavía intentan establecer algún tipo de vínculo entre los islamistas y ETA.
El ruido acerca de los atentados de marzo de 2004 ahoga el mensaje más centrista del PP. Los estrategas quieren que los votantes incondicionales permanezcan fieles ya que temen que pudiera emerger un partido de ultraderecha. El cálido e ingenioso Sr. Rajoy debería ser el antídoto perfecto para cualquier imagen desagradable, pero ha fracasado a la hora de estampar su personalidad en el partido. “Es demasiado educado, demasiado caballeroso”, se queja un analista. La sombra de Aznar también planea sobre él.
Las encuestas colocan por delante a los socialistas, aunque varían las distancias (algunas aseguran que sólo es de 1.4 puntos). La presidenta del gobierno regional de Madrid, Esperanza Aguirre, y el alcalde de la ciudad, Alberto Ruiz-Gallardón, podrían aumentar sus mayorías en las elecciones regionales del año que viene, pero son los peleones supremos del PP. Y si Rajoy ha dicho sobre un libro de reciente aparición en el que Aguirre carga contra Ruiz Gallardón: “¡Vaya tropa!”, uno se podría preguntar, ¿dónde está el general?
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Texto original publicado en la edición de The Economist:
Spain’s bickering opposition
Popular peevishness
Dec 7th 2006 | MADRID
From The Economist print edition
The People’s Party loses its way
LIFE could hardly be better for Spain’s former prime minister, José María Aznar: he travels the globe, sits on the board of Rupert Murdoch’s News Corp, and lectures happily to Washington think-tanks. The same cannot be said of the conservative People’s Party that he led until March 2004, just before it lost an election. Almost three years on, the PP has also lost its way. Internal bickering fills the newspapers; senior figures jostle to succeed the present leader, Mariano Rajoy, if he stands down after the next election in early 2008.
Some still ask whodunnitNational politics in Spain is a two-party affair. If the PP is to oust the Socialist prime minister, José Luis Rodríguez Zapatero, it needs voters in the centre. But it shows no sign of wooing them. Instead, it angrily opposes all government initiatives, from gay marriage to Catalan devolution, to peace talks with the Basque terrorist group, ETA. Like Britain’s Conservative Party in the past, it risks seeming to be a “nasty” party. A recent video attacking Mr Zapatero’s record on crime, which included pictures of violence from the time when the PP was in power, has not helped.
Yet at the root of the PP’s troubles is its inability to shake off the trauma of its loss of power. This came three days after Muslim terrorists killed 191 people on Madrid trains. The day before the vote, angry protesters came out on the streets demanding to know who was to blame. Was it ETA, as Mr Aznar insisted, or Islamists? As the evidence leant towards the second, voters who had been ready to vote for the PP shifted.
Prosecutors and police are now convinced that only radical Muslims were involved. Seven blew themselves up in a mass suicide three weeks later, as they were about to be arrested. But senior PP figures have openly fanned conspiracy theories that still try to establish some link between the Islamists and ETA.
The noise over the March 2004 bombings drowns out the PP’s more centrist message. Strategists want hard-core voters to stay loyal; they fret that a new far-right party may emerge. The warm and witty Mr Rajoy ought to be the perfect antidote to any nasty image. But he has failed to stamp his personality on the party. “He is too polite, too much of a gentleman,” complains an observer. Mr Aznar’s shadow lingers on as well.
Polls put the Socialists ahead, though their lead varies (some say it is only 1.4 points). The head of Madrid’s regional government, Esperanza Aguirre, and Madrid’s mayor, Alberto Ruiz-Gallardón, may increase their majorities in regional elections next year. But they are the PP’s bickerers-in-chief. As Mr Rajoy said of a new book in which Ms Aguirre lays into Mr Ruiz-Gallardón: “What a troop!” Where, one might ask, is the general?