El poder, enemigo del periodismo: Leñero
Presentan nueva edición del libro «Los periodistas», que aborda el golpe del gobierno de Luis Echeverría a Excélsior
Héctor de Mauleón
Guadalajara, Jalisco
Miércoles 29 de noviembre de 2006
Hace 30 años, Los periodistas fue mal recibido.
Vicente Leñero recuerda que lo escribió al calor de los acontecimientos, todavía fresco el golpe del gobierno de Luis Echeverría al periódico Excélsior. Leñero escribió de memoria, malhumorado, sin asumirlo plenamente como un texto de non-fiction.
«Resultó caótico, extravagante. Está contado en muchos estilos formales, con diversas técnicas literarias, y eso le hizo daño a la estricta crónica periodística, a la tersura con que debí contar aquella historia», dice.
Casi todas las críticas fueron negativas. Julio Scherer lo leyó en una noche. Sólo dijo: «Bien, Vicente, bien». Y en 30 años jamás volvió a comentarle nada.
«No gustó ni a los reporteros -agrega Leñero-. Muchos sentían que se habían jugado la vida en aquel momento, y en el libro no eran mencionados, o se les mencionaba sólo en una o dos ocasiones, como ocurrió con José Reveles.»
Con el tiempo, sin embargo, Los periodistas se impuso como versión única, casi oficial, del golpe a Excélsior. Mitificó figuras, acontecimientos. Ahora, en la Feria del Libro, se dio a conocer la nueva edición del libro de Vicente Leñero.
«Hubiera sido muy interesante que aparecieran otras versiones. Regino Díaz Redondo publicó la suya, según me dicen, pero ésta no trascendió. Yo no la conozco.»
-Fue la suya, sin embargo, la que se impuso. Podría decirse que fue la versión a partir de la cual se construyó uno de los mitos del periodismo…
-Yo diría que construyó más bien una situación mítica… Hubo siempre una zona negra que, quienes salimos del diario, no alcanzamos a dominar bien. Se estableció la disyuntiva de quedarnos o no en el periódico; de desconocer o no una asamblea a la que era posible considerar espuria. Miguel Ángel Granados Chapa, que era un poco el líder, dijo que nos fuéramos. Pero siempre nos quedó la duda: qué hubiera pasado si nos quedamos. Hoy sé que hicimos bien en retirarnos, que fue mejor intentar una respuesta periodística, no política. Intentar algo que no estuviera limitado por la cooperativa, por la publicidad.
-Se habla siempre del golpe como una pérdida de la voz crítica. ¿Quiere decir que es más lo que se ganó que lo que Scherer y su grupo perdieron?
-El golpe permitió un periodismo distinto. En Excélsior, la primera plana valía tanto, «y al Duque de Otranto» le vendían el espacio: él compraba la plana y vendía las menciones. Bajo el autoritarismo gubernamental había que estar luchando contra un aparato de corrupción y dependencia. Ahora creo que cuando se perdió Excélsior se ganó mucho en general, en términos de libertad de expresión.
-¿Está de acuerdo en que el libro exalta la figura de Julio Scherer?
-Scherer es el protagonista del libro. Salgari, Dumas, cualquier escritor exalta a su protagonista, ¿o no?
-Pero esa exaltación comienza con el libro…
-Yo pienso que la batalla que va de la llegada de Julio a la dirección al golpe de 1976 fue para él más difícil que la otra, y lo hizo crecer ante su grupo. Construyó su figura de director cuando quiso quitar los lastres del periódico. Imagínate lo que era decirle a Carlos De Negri: «Ya no se vende el espacio. Se acabó». En esa tarea de depuración fue que Julio creció; pero faltaba mucho. Por eso creo que Excélsior no fue el gran periódico, sino el gran proyecto.
-Desde esa perspectiva, ¿qué ha cambiado en el periodismo en estos años?
-El periodismo enfrenta el mismo problema. Su enemigo sigue siendo el poder, y eso no ha cambiado en 30 años. Todos los recursos que se utilizan para impedir que el periodismo diga lo que tiene que decir siguen vigentes. No importa de dónde venga el poder. Marcos estaba encantado con Proceso, y cuando salió la portada que decía «El atardecer de Marcos», dejó de darle entrevistas al reportero que estaba en Chiapas. «Para qué -le dijo-, si ustedes son iguales que la Secretaría de Gobernación».