El verano pasado estuve en Italia y me contaron que casi el 40% de la economía del país estaba sumergida. Evadir impuestos es la norma. Lo anormal es pagarlos. En Nápoles, concretamente, la gran mayoría de negocios no declaran sus bienes. Leo en La Repubblica una información en la que cita las buenas perspectivas del comisario europeo de finanzas para las cuentas públicas italianas. Hace unos días, el ex ministro Fini vino a decir, en una entrevista en ABC, «que ojito con tocar los impuestos en este país». Lo paradójico es que, a pesar de esta apoteosis de dinero B, Italia sigue siendo una de las ocho economías más potentes del mundo. ¿Cómo sería si todos fueran Hacienda?