Censura y directores
No es nada nuevo. Algunos articulistas tienen problemas para publicar columnas. Sólo les ocurre a los que deciden hablar, construir, proponer. Los que no se mojan el culo ni cuando se meten en la piscina, esos nunca tienen problemas de ningún tipo. La diferencia entre ellos es que hay casos que trascienden a la opinión pública y otros que se quedan en el anonimato.
Entre los conocidos, varios ejemplos. A Ignacio Echeverría le censuraron una crítica en el suplemento Babelia de El País por poner a parir un libro publicado por un sello editorial de la misma empresa. A Javier Marías también le retiraron un artículo en El Semanal y acabó yéndose al suplemento dominical de El País. Y ahora le ha sucedido a Jesús Cacho, que era firma señera en las páginas de economía de El Mundo hasta hace cuatro días. El periodista dice que se ha marchado del periódico porque el director le ha censurado un artículo. El director no responde pero el presidente de la empresa editora argumenta que Cacho escribía artículos que incomodaban a los anunciantes del periódico y atacaban a algunos de los accionistas de la empresa propietaria del mismo. Algo, lógicamente, intolerable.
La web Periodista Digital, que se preocupa más de los chismes del oficio que por ofrecer información, ha recabado el análisis de varios periodistas conocidos para evaluar el caso. Hay opiniones para todos los gustos pero me ha llamado la atención la de Arcadi Espada, que dice, textualmente: «Un director tiene el derecho de no publicar o de aplazar aquello que no le parece pertinente o que no estima conveniente (sí que me ha ocurrido que un artículo se retrasase un par de semanas). Pero tiene que quedar muy claro que cuando algo así ocurre la única responsabilidad es del periodista y que aquel al que le pase y no lo acepte lo que tiene que hacer es marcharse». Así, tan ricamente. Y se queda tan ancha la misma persona que se queja machaconamente (qué casualidad, desde las páginas que le pagan, que son las de El Mundo) de la falta de libertad de expresión que sufre él y el grupo de intelectuales que representa en Cataluña. Si un periodista tiene que aceptar la realidad sin rechistar y marcharse del medio de comunicación donde le censuran, ¿por qué luchar, como hace el propio Espada, para defender a aquellos que tienen que exiliarse de Cataluña o del País Vasco, según su versión, porque son expulsados de su tierra por no poder expresarse en libertad?
Humildemente, creo que Cacho no se ha ido porque le censuren un artículo, sino porque el director del medio para que el que trabajaba no le ha jugado limpio. O lo que es lo mismo, que no ha sido sincero con su labor ni transparante en sus indicaciones, por otra parte, fácilmente comprensibles en alguien que dirige un periódico, cualquiera que sea. Si hay que recortar un artículo, una columna o una entrevista, el redactor lo entiende. Y si hay que retrasar su publicación dos semanas, también lo entiende. Lo que no entiende, ni comprende ni acepta (si está en condiciones económicas de hacerlo) es la falta de lealtad y de franqueza del director de su medio. Sea en Madrid, en Pekín o en Guadalajara.