Felipe González se encuentra en Irán desde el pasado lunes invitado por el Ministerio de Exteriores iraní. Ha tratado en una ronda de reuniones con altos mandos políticos iraníes diversos asuntos de índole internacional, regional, energética, económica, jurídica y nuclear. Ayer, precisamente ayer cuando expiraba el plazo de la ONU para que Irán renunciase al enriquecimiento de uranio, se entrevistó con el presidene de aquel país, Mahmud Ahmadineyad.
Se puede criticar la visita y hasta el estrechamiento de manos con un señor que niega el holocausto y la existencia de un Estado hebreo. Pero, ante este tipo de fanáticos, me surgen dudas. ¿Es necesario responder con acciones violentas o radicales, como defiende la Administración norteamericana? ¿O es preciso apurar el diálogo al máximo aun a costa de consentir lazos o conversaciones con líderes que no respetan las instituciones internacionales? ¿Y quién es la ONU, que permitió la guerra de Irak y tantas otras atrocidades, para eliminar el derecho que tiene Irán a disponer de armamento nuclear? ¿Por qué Japón, Francia o EE.UU. sí pueden tener esta clase de armas y no un país musulmán, aunque esté dirigido por un loco? ¿Y quién es más fanático, el presidente Bush o el presidente Ahmadineyad, teniendo en cuenta que ambos han sido elegidos por las urnas?
Leyendo algunos artículos en la prensa de hoy parece que el panorama está muy claro y que la culpa de todo, de nuevo, vuelve a ser de los socialistas españoles. Ya sé que es poco periodístico responder con dudas, pero yo lo veo todo negrísimo.