“No hay muchos periodistas que realmente estén motivados, no hay ilusión en los reporteros”
Albert Montagut Martínez usa la critica como instrumento impulsor de la corrección, para corregir el rumbo equivocado por el que a su juicio transita el ejercicio del periodismo hoy en día. Y de tanto que lo ha practicado – el periodismo- no duda en verbalizar la situación a través de un diagnóstico demoledor y re-movedor. Reclama una y otra vez el regreso a un periodismo nacido desde la calle, donde el reporterismo se convierte en oxigeno para aprender a contar historias.
Trabaja doce horas diarias, no se desconecta porque no le da la gana, “para mi no es un problema”. Está siete días a la semana pensando en “esto” y es “el hombre más feliz del mundo con el trabajo que he elegido”.
¿Cómo es la relación de la tecnología con el factor humano a la hora de hacer periodismo?
La tecnología y el soporte de donde vaya la información es importante, pero no lo más importante. Creo que lo más importante es el contenido.
¿Y cómo se construye ese contenido?
Tiene que ser siempre el reflejo de una combinación entre el interés y la ilusión de un profesional por un tema. En el momento de escribir sobre ese tema tiene que saber de qué está hablando, tiene que investigar. Ello combinado con la ilusión y una dosis de una cierta innovación o picardía, tiene que hacer algo único, algo fresco, que al lector esté donde esté, aquella información le parezca interesante, novedosa y que le aporte.
Pero la tecnología no necesariamente tiene que ser un obstáculo…
Aunque la tecnología avance eso nunca debería perderse. Ni la tecnología ni el soporte debería variar el fundamento básico del periodismo que es esta combinación de ilusión, interés por las cosas y saber transmitirlo.
¿Y eso existe, estamos ante la presencia de ese fenómeno?
Estamos en presencia de un fenómeno contrario. Básicamente, y sobre todo el los periódicos, la avalancha de tecnología ha hecho perder un poco la iniciativa. Los periódicos eran la joya de la Corona de los medios de comunicación. Ahora parece que no lo son tanto. Los periódicos han perdido un poco la capacidad de liderar el mercado de una manera clara.
¿Han perdido el poder humano de saber contar historias?
En las grandes redacciones hay una falta de ilusión evidente. No hay muchos periodistas que realmente estén ilusionados, no hay muchos cuadros intermedios en los periódicos que generen ilusión en los reporteros.
¿Esta realidad que describe tiene que ver con la falta de movimiento impuesta sobre el trabajo periodístico del profesional?
Los grandes grupos lo que realmente necesitan son periodistas de base que hagan grandes historias. Pero es verdad que los grandes grupos no están pensando tanto en eso, pero si en la expansión macro de los propios grupos.
¿Lo importante entonces es la concentración de poder en los medios, no la función de informar?
Ahora los grandes grupo están pensando en ocupar espacios, en nuevas tecnologías. No tienen en sus cuadros gente pensando en la base del periodismo. La obsesión de los grandes grupos no está en que el periodismo de base sea un periodismo de punta, sino en el propio desarrollo de los grupos. El debate está en formar grandes alianzas, grandes grupos para consolidarse y quizás entonces volver a pensar en hacer productos mucho más atractivos. Pero la prioridad ahora no es esa y eso es un error.
¿Por qué?
Porque se podrían hacer las dos cosas simultáneamente. Es decir, los cuadros medios de un medio de comunicación de un gran grupo no tienen que estar pensando en la expansión del grupo, sino en que detrás de un hecho hay una historia interesante y que eso se debe transmitir paralelamente a que haya ejecutivos en el grupo que estén pensando en alianzas mediáticas o lo que sea.
¿En los actuales periódicos existe la exigencia del factor humano a la hora de saber contar historias?
No existe dinámicas que favorezcan ese factor humano o esa base del periodismo.
¿Entonces es difícil llegar a los ciudadanos, informarles?
Los grandes periódicos españoles tienen una gran influencia en la clase política y en la clase financiera, pero no tienen una influencia decisiva en la opinión pública. Se ha olvido intentar influir en la opinión pública, en el ciudadano. Se está olvidando la base de todo que es el reporterismo.
¿Se ha dejado de influir en la opinión pública por un error o porque no les interesa?
Lo que pasa es que se intenta influir con grandes titulares en primera página o con líneas editoriales muy potentes, pero en realidad al ciudadano medio, que puede estar ajeno a todas estas luchas políticas, mediáticas u otras, lo que quiere es que un periódico le cuente cosas. Eso no se da mucho. El periodismo español tiene una gran carencia para el lector medio.
¿Qué falta?
Ilusión por hacer un periodismo que no se hace, que se creen nuevas dinámicas para crear esa ilusión. El periodista que intenta esa ilusión se encuentra en un ambiente que es hostil o que está alejado de sus necesidades. No hay muchos periodistas que estén obsesionados en hacer este tipo de periodismo reporteado, con ilusión.
¿Y que responsabilidad le cabe en esta situación a los mandos medios?
Mandos intermedios en estos momentos, en casi todos los periódicos, jamás han sido reporteros. Se trata de gente que se quedó en las redacciones, que asumió cargos de forma inmediata por su preparación, pero que evidentemente tenían una carencia clara que era la falta de reporterismo, de experiencia en la calle y por lo tanto no lo han podido exigir en las siguientes generaciones de periodistas.
¿No se puede hacer periodismo sin haber conocido el reporterismo?
El periodismo es una forma de vida que te está estimulando y si ese estimulo no lo encuentras quiere decir que no lo estás practicando.
Como periodista ¿a qué se le debe temer?
A un error conceptuado, de interpretación y a un error mecanográfico. Pero hay formas de evitar el error como estar muy encima de lo que se hace. A mí me provoca pánico cualquier error que salga publicado en cualquiera de sus circunstancias.
¿Y cuál es su opinión sobre el periodismo digital?
El periodismo digital ya es una realidad que creo que es muy positivo, pero que en estos momentos alberga a determinados profesionales que con rencores de todo tipo transmiten informaciones poco contrastadas, envenenadas, con mucho odio y que la gente curiosamente sigue con atención.