Conocí a Paco Maroto, el alcalde de Campillo de Ranas, en febrero del año pasado, cuando preparé para Guadalajara Dos Mil un reportaje sobre los problemas que tienen los pueblos del entorno del Ocejón. Es un alcalde valiente, sincero y trabajador. Un tío simpático, de trato agradable, campechano, dialogante. Acostumbra a llamar las cosas por su nombre y si no basta leer la estupenda entrevista (lo bueno, si breve, dos veces bueno) que publica hoy El País (ver área Entrevistas de este weblog). Además su ejemplo rompe el estereotipo de que en las zonas rurales es donde más se ahoga la intimidad o se imponen prejuicios más o menos atávicos. Todo lo contrario. La experiencia de Paco demuestra que vale la pena vivir en el campo y mostrarse tal como uno es.