¿Cómo vender más periódicos?
ABC, 09-03-06
PEDRO RODRÍGUEZ. CORRESPONSAL
LOS ÁNGELES. ¿Cómo vender más periódicos? Ante la pregunta del millón de dólares en una industria como es la Prensa diaria de calidad, vulnerable a los ciclos económicos y en la que tanto cuesta crecer, pocas personas han dado una respuesta tan brillante como Otis Chandler, el legendario editor de «Los Ángeles Times» fallecido la semana pasada en su mansión de California, a los 78 años. Un personaje como sacado de un libro de Hemingway que en dos décadas (de 1960 a 1980) transformó el desacreditado, provinciano y politizado periódico de su familia en uno de los mejores diarios del mundo.
«Utilizaba el mismo tono de voz con el presidente de los Estados Unidos que con el hombre que venía a cambiar las bombillas en su despacho», ha recordado su secretaria de toda la vida en uno de los múltiples obituarios publicados estos días, que coinciden en describir una vida extenuante, muy californiana y privilegiada. Pero también fascinadora desde el punto de vista del periodismo al haber logrado el récord de duplicar en 1976 la circulación de «Los Ángeles Times», pasando la envidiable y monumental cota del millón de ejemplares diarios.
Obsesionado con extirpar las querencias de un diario integrado sin disimulo dentro de la maquinaria del Partido Republicano, con una oferta de contenidos menos que discreta y ningún impacto o buena reputación nacional, Chandler -tras un aprendizaje que empezó por el turno de noche en rotativas- orquestó al tomar las riendas una vertiginosa revolución, terminando por reemplazar 22 de los 23 cargos ejecutivos del diario durante su primer año de mandato, además de aumentar en un 45 por ciento el presupuesto de la redacción.
Sin reparar en gastos para fichar a algunos de los mejores periodistas del momento y abrir corresponsalías por todo el mundo, el diario empezó a ofrecer una cobertura en profundidad, menos pendiente de la carrilera diaria y más analítica, mucho más cosmopolita y con un énfasis que perdura hasta hoy en día en historias bien escritas, además de apostar por un esfuerzo de objetividad extendido a sus páginas editoriales. Lo cual le costaría algunas suscripciones canceladas y la suspicacia de una parte de los miembros de la familia propietaria.
En anticipación de la mega-urbe en que terminaría por convertirse la ciudad de Los Ángeles, Chandler fue el primero en organizar ediciones locales en diferentes condados, con plantas satélite de impresión, además de colocarse en vanguardia de avances tecnológicos como la foto-composición, el «offset» y la informatización del periódico. Y apostar por inversiones en otros medios de comunicación, revendiendo los contenidos de su periódico con ayuda del «Washington Post».
Un cúmulo de problemas personales, desde la ruptura de su primer matrimonio hasta un escándalo financiero del que resultó finalmente exonerado, terminaron n por forzar su abandono del timón del periódico que describía como «lo que más me importa en la vida salvo mis hijos». En 1999, abandonó su jubilación de oro para quejarse sobre la peligrosa tentación de mezclar publicidad y cobertura periodística. Como homenaje, su foto fue automáticamente colgada por todas las esquinas de la redacción en una saga que terminaría al año siguiente con la venta del diario familiar al conglomerado encabezado por el «Chicago Tribune».