Los presidentes de las cinco diputaciones provinciales de Castilla-La Mancha se reunieron hace dos semanas para pedir un aumento de su cuota de poder al resto de administraciones públicas y, muy especialmente, a las autonomías. Aquí lo tienen difícil. Bono era un declarado enemigo de las diputaciones y Barreda tampoco parece demasiado sensible. Creo que nadie que conozca el asunto niega que estas instituciones están necesitadas de más recursos para atender servicios que, en la práctica, ya son de su competencia. A los ayuntamientos les pasa lo mismo. Otro tema es el debate sobre su existencia. Yo creo que las diputaciones deben existir, aunque quizá habría que modificar sus competencias, su estructura, sus formas de gobierno y, sobre todo, con menos funcionarios que los que tiene, por ejemplo, la de Guadalajara.