La Garlopa Diaria

22 enero 2006

Carles

Cuando le preguntaron cómo se sentía al ser elegido para sustituir a Iñaki Gabilondo en su programa de la radio, Carles Francino respondió con una precisión semántica: “no soy el sustituto, voy a ocupar su puesto, sustituir a Gabilondo es imposible”. Los catalanes le conocemos bien, pero el resto de los españoles no tanto. Francino viene de presentar el telediario de la noche en la televisión autonómica catalana. Allí es un referente profesional, un líder de la comunicación, un presentador de noticias con credibilidad. La cima de su independencia la alcanzó cuando se negó a salir en pantalla por recibir presiones del Gobierno presidido por Pujol para orientar una determinada noticia. Eso, y que encima es alto, guapo y simpático, hizo todo lo demás con el público. A principios de los noventa llegó a presentar informativos en Canal + y ahora vuelve a trabajar en la misma empresa. Le considero un periodista sólido, serio, de garantías. Cuenta las noticias sin gritar ni insultar; hace información sin objetividad pero intentando alcanzarla. Es un periodista de los que juegan limpio, o al menos durante toda su carrera ha transmitido esta impresión. A diferencia de otros, sería incapaz de llamar al presidente ‘Rodríguez’, en plan despectivo, y luego ponerse el traje de simpático con llamadas de los oyentes. Tampoco creo que caiga en la lucha barriobajera que algunos quieren imponer en las ondas.

Soy de los que piensan que se aprende mucho escuchando, viendo, leyendo, pero sobre todo comparando. Por eso comulgo –y pido perdón de antemano a la cofradía radiofónica de los Obispos Pancarteros- por decir que los medios de comunicación que paga el grupo Prisa, con sus michelines socialistas, son algunos de los más presentables de este país. No los únicos, pero sí los de mayor relevancia de los medios que tienen sus redacciones centrales en Madrid. Carles Francino, que se une en la SER a las catalanas Gemma Nierga y Àngels Barceló, viene desde Barcelona para sentarse en la silla del gran Iñaki, un reto formidable. Quizá también sea el antídoto contra los que parecen doparse a las seis de la mañana.