He estado en Sevilla este fin de semana y he comprobado, al menos, dos cosas. La primera es que la prensa conservadora, en sus análisis del equipo de gobierno de este ayuntamiento (PSOE-IU) critica don dureza muchas de sus actuaciones, pero no cuestiona su legitimidad. Ojito a la diferencia con otras latitudes. La segunda es que los botellines de agua que sirven en los bares pertenecían a una marca que exporta el nombre de Sigüenza, en grande y bien clarito. Esa marca, por cierto, es catalana y ha invertido decenas de millones en una planta industrial ubicada en un pueblo de la provincia de Guadalajara donde apenas existe cobertura móvil. Bueno, pues aun así, todavía hay paisanos, por llamarlos de alguna manera, que insisten en el boicot.