La Garlopa Diaria

25 abril 2005

Salgan a la calle

No conozco todavía el testimonio de los “agraviados” pueblos ribereños. No me refiero a los alcaldes y sindicalistas, sino al pueblo llano, a los pocos ciudadanos que resisten en la cabecera del Tajo. Pienso que la gente debe ser siempre protagonista y a veces da la impresión de que, en la guerra del agua, como en otras, resulta lo último para políticos y periodistas. Sabemos perfectamente que el PP de Castilla-La Mancha no está de acuerdo con el apaño entre Barreda y Narbona; sabemos que la Junta va a licitar en junio las obras de abastecimiento de los municipios (¡ojo, licitar, no construir!); y sabemos que las posturas entre los dos grandes partidos en materia hidráulica parecen irreconciliables. Pero, al margen del navajeo político, ¿qué opinan las personas, aquellos que están directamente implicados? No lo sabemos, y creo que se debe sobre todo a su incapacidad para movilizarse. Al ciudadano de Guadalajara le cuesta salir de casa para reivindicar sus derechos. Por eso cuando se juntan cuatro gatos, como en la manifestación falangista, consiguen un eco extraordinario. Extraordinario quiere decir anormal, es decir, que excede la regla común. Y eso es lo que parece estar pasando en la Alcarria. Sus habitantes contemplan el agua de los embalses (poca o mucha) pero ni el agua se queda ni el dinero llega. Frente a esta evidente injusticia, el alcalde de Sacedón pone el grito en el cielo, pero no se le ocurre movilizar al personal; su lucha se reduce a la construcción de una charca turística. El candidato Molina, cuyo partido en Madrid se aferra a los trasvases, sí levanta algo la voz, pero poco, no vaya a ser que algún día gane las elecciones. En esta región, para colmo, se da la desgracia de que quién parece escudo de los ribereños (habemus socialistas) son los que imponen abrir otro grifo para la llanura manchega. A pesar de todo, como decía Cela, resistir es ganar. Aunque no son muchos y tienen peor percha política que los maños, conviene animar a los alcarreños a salir a la calle. En lugar de seguir alimentando el victimismo castellanista, muévanse y defiendan lo suyo. Como hacen los catalanes. Como hacen los aragoneses. Tienen ustedes el mismo derecho. Y, quizá, mayor necesidad.