CORRESPONSALES EN GUERRA
REPORTEROS: AYER Y HOY
No son periodistas como los demás. Se desplazan a los lugares más calientes del planeta para contarnos en primera persona lo que allí ocurre. Nos hacen llegar sus crónicas en medio del peligro y nerviosismo que produce el jugarse la vida todos los días. «El drama entre los reporteros es que no puedes admitirlo, -comenta uno de nuestros profesionales más veterano, Alfonso Rojo-. Por mucho riesgo que envuelva una zona en guerra, te sientes como un desertor si no vas. No tiene nada que ver con la redacción, el director o los lectores; es algo más profundo y personal».
¿Qué es lo que en el fondo os lleva a estar allí? Manu Leguineche, reconocido por la tribu como un perro viejo del periodismo, da su opinión. Le apasiona la historia, vivirla para poder contarla. «Me parece una suerte ir contando la historia a medida que fluye. Se viven miedos, muertes, pero estas cuestiones no son para glorificar al periodista, ni mucho menos. El periodista debe ser como el demiurgo. Una especie de intermediario en medio de todo el follón. Recuerdo que cuando estallaba un conflicto mi necesidad era coger un avión e irme». El convertirse en testigo de excepción de una historia aún no escrita, provoca en el reportero una necesidad de aproximarse cada vez más a la primera línea, al lugar donde se produce la noticia. «La cercanía es esencial para un buen reportaje, señala Alfonso Rojo, pero a base de aproximarse a la barrera, a veces uno la traspasa y termina convirtiéndose en noticia aunque no lo desee».
El contar un conflicto con imágenes y palabras, no es tarea fácil. Exige valentía, mucha sensibilidad y es una labor que tiene mucha historia detrás. No podemos olvidar que al principio eran los soldados los encargados de transmitir las noticias del frente. Desde entonces han sido muchos los periodistas que han dedicado su vida a ello e incluso la han perdido. «Los primeros periodistas que cubrieron conflictos armados eran considerados personal del Ejército, -explica la periodista Ana Muñoz del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)-. Tenían que obedecer a los mandos y si caían presos eran tratados como prisioneros de guerra. Así fue hasta la sangrienta guerra del Vietnam, la primera guerra televisada del siglo XX. En 1977, se firmaron una serie de protocolos por los que los periodistas en lugares de conflicto pasaban a tener la misma protección que los civiles. Sin embargo, EEUU aún no ha firmado esos acuerdos. Tampoco Irak».
Dicen que la guerra del Vietnam marcó un antes y un después en la historia de los corresponsales de guerra. Nunca antes habían dado tantas facilidades a los profesionales de la información para hacer su trabajo y poder contemplar el lado oscuro del conflicto. Tal es así que en aquel momento, el Pentágono acusó a los medios de comunicación de ser los verdaderos causantes de la derrota norteamericana. Por eso, a partir de ahí cambiaron las cosas para los corresponsales de guerra.
En el conflicto de las Malvinas (1982) entre británicos y argentinos, la mayoría de los profesionales de la información tuvieron que conformarse con transmitir desde el hotel las notas oficiales que les facilitaban los ingleses. No pudieron acercarse al lugar del conflicto. Aquella fue la primera guerra sin imágenes, hecho que se repetiría en conflictos posteriores.
La libertad de información a partir de aquel momento, supuso una especie de amenaza y por ello se intentó ejercer un control sobre ella.
El siguiente ejemplo ilustrativo fue la primera Guerra del Golfo. Aunque la CNN nos facilitó imágenes en «exclusiva» -Está pasando. Lo estás viendo- de bombardeos en plena noche o rendiciones de las tropas de Sadam en mitad de un desierto, en aquel conflicto se evitaron los testigos. Sólo dos reporteros permanecieron allí para contarlo: Peter Arnett de la CNN y el español Alfonso Rojo, que no disponía de los medios técnicos para hacer llegar sus crónicas a España y se vio obligado a utilizar su ingenio. Arnett que contaba con todos los medios, nunca permitió a Rojo retransmitir desde su teléfono vía satélite. Aquello pasó a la historia.
En Afganistán (2002) no cambió la situación para los reporteros. Manu Leguineche recuerda que de no ser por Al Yazira no tendríamos noticias de aquella guerra.
Así llegamos al último conflicto, Irak. Una polémica guerra, organizada por EEUU para demostrar al mundo su poderío y cuidada hasta el más mínimo detalle por sus organizadores, para que periodistas del mundo entero diesen testimonio de la victoria de las tropas americanas sobre Sadam Husein.
«Desde hace años, guerra y medios de comunicación son un matrimonio bien avenido en Norteamérica, -comenta Luis Hernández Navarro en el periódico mexicano La Jornada-. La relación que existe entre el complejo militar-industrial y las empresas de comunicación es muy estrecha. Tal es así que las imágenes y opiniones transmitidas por la CNN y Fox News, los reportajes y artículos de opinión publicados por The New York Times, los Angeles Times y Times, y las noticias despachadas por las agencias AP, Reuters han sido en esta contienda la principal fuente informativa y analítica sobre la ofensiva militar contra Sadam Husein. Su versión de los hechos se ha convertido en ‘lo sucedido’ y aunque otros medios de comunicación alternativos divulgaron otras informaciones y análisis, su alcance e impacto fue restringido».
Al final, en esta guerra han participado más de tres mil corresponsales acreditados. De ellos, unos seiscientos han sido «embedded» (empotrados), periodistas incorporados en convoys militares de primera línea para informar desde allí, pero sometidos a importantes medidas de seguridad. Estas novedosas crónicas que nos llegaban todos los días, demostraron ser tan sólo una parte de cuanto ocurría; carecían de la visión general aunque eran ricas en matices y detalles. Mercedes Gallego, corresponsal del grupo Correo y una de las «empotradas» comentaba que había vivido una especie de autocensura ya que convivía con la misma gente que luego le protegía: «saltarme las líneas marcadas suponía una especie de suicidio».
Esta visión parcial se intentaba completar con las crónicas del resto de los corresponsales que tampoco pudieron ejercer su trabajo con libertad. Todos coinciden en denunciar el «excesivo control» al que fueron sometidos por parte de los gobiernos norteamericano y británico, así como del ejecutivo irakí. Intentaban en todo momento que primase el parte de guerra sobre el testimonio de la gente del pueblo, lo que provocó que muchos de los componentes de la «tribu» buscaran la manera de sortear la censura lanzándose a la calle. La cuestión parecía complicarse para las tropas aliadas: Lo que se auguraba como una victoria rápida se estaba convirtiendo en «un empantanamiento del ejército más moderno del mundo, con el consiguiente desconcierto de las tropas de élite. Como en Vietnam», argumenta el director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet. «Al informar de las acciones de guerra de forma ética y profesional, asegura el teniente coronel jefe del Departamento de Estrategia de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas(1), el trabajo de estos corresponsales tiene otras consecuencias también importantes: se convierten en testigos de excepción del cumplimiento o no de las leyes internacionales, como es el Derecho Internacional Humanitario». Pronto se empezaron a notar las consecuencias.
«Me parece una suerte ir contando la historia a medida que fluye. Se viven miedos, muertes, pero estas cuestiones no son para glorificar al periodista, ni mucho menos. El periodista debe ser como el demiurgo» Manu Leguineche
«En esta guerra -asegura el responsable en España de Reporteros sin Fronteras- los periodistas han sido tratados casi como si fuesen enemigos por los dos bandos. Había psicosis entre los norteamericanos que veían que los enviados especiales iban a denunciar cualquier abuso que pudieran cometer».
Durante el conflicto han perdido la vida doce compañeros que han pasado a formar parte de los lamentables «daños colaterales» de este enfrentamiento armado. Una de las cuestiones que aún están pendientes de explicación es el ataque contra el hotel Palestina de Bagdad, por parte del ejército norteamericano. El hotel estaba lleno de periodistas independientes y en la agresión perecieron el camarógrafo Taras Protsyuk de la Agencia Reuters y José Couso, cámara español de Tele 5. Mientras portavoces militares de EEUU alegaron que sus tropas respondieron al fuego de francotiradores apostados en la azotea del hotel, los huéspedes insisten en señalar que no escucharon disparo alguno desde ese edificio: sin saberlo, los reporteros se habían convertido en objetivos militares. Momentos después, en un segundo ataque moría el periodista Taraq Ayyoub, de Al Yazira y el camarógrafo Zouhair al-Iaqi resultaba herido. Posteriormente, otra explosión dañó las oficinas de TV Abu Dhabi próximas al hotel. Demasiadas coincidencias. Se sospecha que todos estos ataques fueron deliberados según informa la Agencia Inter Press Service (IPS).
Teresa Aranguren, periodista y jefa de Internacional de Telemadrid, reflexiona sobre lo ocurrido: «Todos sabemos que las primeras batallas de una guerra son las batallas de la propaganda. La propaganda usa la información pero se lleva mal con ella. La propaganda suele ser contra información. A la propaganda no le interesan los testigos, ni esa impertinente manía del periodista auténtico por preguntar quién lo dice, contrastar la fuente o comprobar sobre el terreno la veracidad de la noticia de la que ya se ha hecho eco medio mundo porque fue lanzada desde una tribuna tan poderosa como por ejemplo el portavoz del Pentágono. A los propagandistas de guerra no les gustan las imágenes de cuerpos carbonizados en la calle tras el impacto de un misil, ni escuchar el lamento de la mujer irakí con el pequeño cuerpo destrozado de su hijo en brazos. Cuando preguntamos por qué se disparó contra el hotel Palestina, sede de la prensa internacional, nos comentan que la guerra es así: nadie está a salvo. Es cierto, pero incluso en la guerra hay límites y normas y la figura jurídica del crimen de guerra.
Ninguna imagen, ninguna información vale una vida pero el periodista no va a un lugar en guerra a morir, ni a combatir, va a contar lo que pasa, va a informar. Es un testigo y a veces el testigo puede convertirse en testigo de cargo».
LA TRIBU EN PIE DE GUERRA
La guerra ha terminado por el momento. Se dice que los medios de comunicación españoles han hecho un buen papel, después de que la prensa norteamericana y británica haya perdido credibilidad a causa de su excesivo patriotismo y falta de crítica. Aún así, la tribu ha regresado en pie de guerra. Es mucha la rabia contenida y muchas las cosas que desean denunciar. Esta vez no quieren que la muerte de sus compañeros sea en vano y exigen justicia. Por ello no han parado de sucederse manifestaciones de compañeros de profesión frente a la Embajada de EEUU en Madrid, la sede del Partido Popular o en plena calle, exigiendo investigación y justicia por el crimen de guerra cometido. Y para evitar el olvido, desde entonces los cámaras de Tele 5 no han abandonado las camisetas con la foto de Couso.
En paralelo la tribu ha plantado en varias ocasiones al presidente del Gobierno, a la ministra de Exteriores. Los periodistas gráficos tiraron su material al suelo, ignoraron al señor Aznar e incluso le dieron la espalda en el hemiciclo. Más recientemente, el plante se repitió ante los ministros de Exteriores de la UE, como medida de presión para que se aceleren las investigaciones sobre lo ocurrido, no sólo a los periodistas españoles sino a otros dos desaparecidos -uno francés y otro libanés-, de los que aún no se sabe nada.
Mientras, en España, los premios a la labor desempeñada por los periodistas, se suceden. Primero el ministro Federico Trillo entrega el Premio de Defensa de Periodismo 2003 a las familias de los profesionales fallecidos durante la Semana de las Fuerzas Armadas. Luego llegan los premios de periodismo Ortega y Gasset donde se homenajea a los periodistas desaparecidos en Irak, al tiempo que conceden el premio (15.000 euros y un aguafuerte de Chillida conmemorativo) a los corresponsales españoles en Bagdad. Un premio que deciden traspasar a las familias del cámara fallecido José Couso y de Julio A. Parrado. Ese foro es aprovechado por Jon Sistiaga, compañero de Couso en Irak y encargado de recoger el premio, para criticar al Gobierno español por «dar por buenas las explicaciones de EEUU». A continuación dijo que seguirían preguntando qué pasó allí. En ese mismo auditorio, en el discurso que pronunció posteriormente el escritor mexicano Carlos Fuentes, invitó a que «quede el hotel Palestina como memorial de una nueva Guernica, la Guernica del periodismo veraz, oportuno y valiente» ( www.estrelladigital.es ).
En el momento de escribir estas líneas una coalición de abogados y grupos de derechos humanos está investigando supuestos crímenes de guerra en Irak por parte de las tropas aliadas. Las conclusiones serán presentadas ante la Corte Penal Internacional (CPI) u otros organismos oficiales. Estas investigaciones además de examinar el uso real durante la contienda de bombas de racimo, munición de uranio empobrecido y explosivos aire-combustible-armas todas ellas no autorizadas-, estudiarán el ataque al hotel Palestina en Bagdad, así como el bombardeo a mercados y zonas comerciales que causaron numerosas muertes entre la población civil.
«La guerra de Irak ha sido organizada por EEUU para demostrar al mundo su hegemonía, y cuidada hasta el más mínimo detalle para que los periodistas diesen testimonio de su victoria sobre Sadam Husein»
Amnistía Internacional también ha alzado su voz. En una carta dirigida al presidente del Gobierno, exige una inmediata investigación sobre el ataque al hotel Palestina que causó la muerte del periodista español José Couso y otro compañero de la Agencia Reuters. Así como el posterior bombardeo a la oficina de la cadena Al Yazira que provocó la muerte de Tarek Ayub y heridas graves a otros periodistas de la cadena. «Solicitamos al Gobierno -indica AI- que asumiendo la responsabilidad ineludible que le corresponde como parte de las Convenciones de Ginebra y sus Protocolos adicionales, pida públicamente a las partes en conflicto que reconozcan la autoridad de la Comisión Internacional Humanitaria de Investigación, establecida en 1996 para investigar las violaciones serias del derecho internacional humanitario según lo establecido en al art.90 del Protocolo I».
En el Día Mundial de la Libertad de Prensa celebrado el pasado mes de mayo, las Asociaciones de Profesionales de la Información (FAPE) reiteraron todas estas denuncias y lamentaron en un manifiesto, el claro retroceso del derecho a la libertad de prensa a nivel mundial, al tiempo que advirtieron que «aunque se asesine al mensajero, los periodistas saben que nada ni nadie puede matar el mensaje».
Y ENCIMA… CENSURADOS
«El tópico dice que en la guerra la primera víctima es la verdad. En el conflicto de Irak, no ha sido cierto gracias a los reporteros de guerra independientes, que desde Bagdad o con las tropas de coalición han sido los ojos de la opinión pública internacional», explica el teniente coronel Miguel A. Ballesteros (1). Esto sería muy bonito si fuese real. Lástima que esa información antes de llegar hasta nosotros pase por una serie de «filtros». Al final vemos lo que alguien ha decidido que veamos.
Trabajadores de TVE afiliados a CCOO, han denunciado en distintos informes y con ejemplos, cómo esta empresa pública ha censurado y manipulado la información durante el conflicto irakí.
Según informan estos trabajadores, los responsables de los servicios informativos han trabajado a destajo tratando de «evitar o minimizar las informaciones que se contraponen a la tesis pro-invasión que apoya el Gobierno español». En vez de analistas políticos han utilizado continuamente a personas que repiten y repiten los argumentos de los mandos políticos y norteamericanos, realizando una auténtica propaganda de guerra. Por otro lado, anunciaron la caída de Um Quasr seis días antes de que se produjese. Hicieron desaparecer las crónicas de las corresponsalías de TVE en Moscú y París, ya que ambos países no estaban de acuerdo con la invasión y las informaciones que llegaban desde allí no eran por tanto afines a la causa.
La guerra del Vietnam marcó un antes y un después en la historia de los corresponsales de guerra. Nunca antes habían dado tantas facilidades a los profesionales de la información para hacer su trabajo y poder contemplar el lado oscuro del conflicto.
A la hora de informar sobre las manifestaciones contra la guerra, se habló del «clima de violencia que se ha instalado en torno a las protestas». Posteriormente se subió el tono y se refirieron a estas manifestaciones como «métodos de terrorismo callejero».
Según estas mismas fuentes, también existieron omisiones, por ejemplo, a la hora de resumir el Pleno en el Congreso dedicado a Irak. Las omisiones se hicieron más patentes cuando nos enteramos por otros medios de comunicación que el ex-ministro Manuel Pimentel decide abandonar el PP por no apoyar a la guerra -TVE no dijo nada-, o cuando Almodóvar recibe el Oscar. En la primera emisión dejan sin traducir el mensaje que el cineasta estaba pronunciando en inglés, y luego en otro informativo lo abrevian diciendo que dedica el premio a la paz. Por último omiten la rueda de prensa que dio posteriormente donde criticó duramente tanto la agresión a Irak, como la postura de Aznar.
La pregunta que nos queda en el aire cuando recordamos la imagen de los diferentes corresponsales de TVE que han estado presentes en la guerra de Irak, es qué habrán visto, qué habrán contado y cuántas cosas se habrán callado…
MAL PAGADOS
Las muertes de Julio A. Parrado y José Couso también sirvieron para poner encima de la mesa la precaria situación laboral que viven muchos de los corresponsales de guerra. Pero no sólo ellos. La situación afecta casi al 50% de los periodistas de este país.
En el caso de Julio, nos enteramos de la inestabilidad de su puesto de trabajo y de las condiciones en las que se fue a la guerra de Irak. Muchas han sido las acusaciones volcadas hacia El Mundo.
Por otro lado el cámara de Tele-5, José Couso no era trabajador fijo de la cadena. Así que la situación en la que ha quedado su familia tras su muerte, es bastante delicada(2). Hablamos de personas que se juegan la vida, personas que defienden en todo momento el derecho a la información de los ciudadanos y que están desempeñando su labor en condiciones laborales lamentables.
Como señalábamos, la situación de precariedad afecta a casi la mitad de la profesión periodística, mientras «los beneficios netos de las empresas de la comunicación -señala la periodista Marta Caravantes de la Agencia de Información Solidaria (AIS)- crecieron en la última década un 342% El periodismo hoy en día es una de las profesiones donde se producen más atropellos. Su desregularización y la falta de convenios abonan una coyuntura ya de por sí favorable para que grupos empresariales se crean con las manos libres para practicar abusos a discreción, aprovechándose de la oleada de periodistas en desempleo y de aquellos que tratan de medrar o de publicar a toda costa, incluso trabajando gratis. Mientras las empresas regatean salarios a la mayoría de los periodistas, las ‘caras públicas’, las estrellas de los noticieros o del entretenimiento, cobran millones de dólares al año y dan una imagen del periodismo ilusoria, ficticia y vergonzosa», concluye Caravantes.
Manu Mediavilla, Secretario General del Sindicato de Periodistas de Madrid, nos comenta que la precariedad de estos trabajadores se debe a los salarios de miseria -en ocasiones menos que el salario mínimo-; o bien a la inestabilidad, ya que pueden recibir en el mejor de los casos un dinero fijo más o menos decente, pero como colaborador, no como trabajador de plantilla».
Hace tiempo se firmó -entre la patronal de la prensa y los dos grandes sindicatos- un Convenio de prensa no diaria, pero la situación de muchos profesionales no estaba contemplada en él. «Hace un par de años -continúa Mediavilla- se consiguió firmar un Convenio de prensa diaria que los sindicatos de periodistas criticamos mucho ya que nosotros no pudimos participar en las mesas de negociación -sólo estuvieron la patronal y los grandes sindicatos-. Con posterioridad conseguimos crear un Foro de Organizaciones de Periodistas donde están representados la Federación de Asociaciones de Periodistas, Sindicatos de periodistas, agrupación de periodistas de CCOO y UGT, y los Colegios de Periodistas. Juntos elaboramos dos Proyectos de Ley: uno sobre derechos laborales y otro sobre el Estatuto profesional del periodista, que presentamos a todos los grupos parlamentarios hace varios meses. Así que cuando tuvo lugar la tragedia de nuestros compañeros Couso y Anguita, en la guerra de Irak -ninguno de los dos estaba en plantilla-, nosotros volvimos a llamar la atención sobre ambos proyectos, por si de verdad esta gente quería hacer algo. La profesión es depositaria de un derecho constitucional y sólo pedimos poder ejercerlo con un mínimo de independencia».
En torno a este problema se ha levantado un muro de silencio, ya que las propias multinacionales de la comunicación han decidido no publicar nada sobre el tema de la precariedad laboral de los periodistas. «Se tapan las vergüenzas de los abusos, unas a otras», concluye Mediavilla.
(1) El País, 19-5-03.
(2) www.josecouso.info
Fuentes: www.ipsenespanol.net • http://ania.eurosur.org • www.jornada.unam.mx • www.noticiasdot.com • www.canalsolidario.org • www.rebelion.org • www.a-i.es/irak/actua.shtm