SI LOS EMPRESARIOS FUERAN POLÍTICOS
La celebración de la feria del Comercio y el Turismo de Guadalajara es un acontecimiento relevante en la vida de la ciudad. Se ha convertido en una cita ineludible para las empresas de la provincia y en un acto social importante, con actividades de distinto tipo que tratan de atraer tanto a los comerciantes como a los ciudadanos.
Cada uno cuenta la feria como le va, pero lo cierto es que desde que Manuel Jiménez accedió a la presidencia de la Cámara de Comercio e Industria de Guadalajara, este sector de la economía provincial ha recibido un impulso inédito. Se podría analizar con mayor detenimiento, pero las iniciativas cantan: facilitar el acceso a las nuevas tecnologías, ampliar los cursos de formación, abrir la institución a la ciudadanía y, sobre todo, el proyecto estrella, o uno de ellos, la apertura de las llamadas “antenas camerales”. O lo que es lo mismo, las delegaciones de la Cámara en Sigüenza, Molina, Cifuentes y Mondéjar para facilitar el apoyo empresarial a los comerciantes de estas comarcas, tan distante históricamente de la dinámica fulgurante del Corredor del Henares y de la propia capital de la provincia.
De un tiempo a esta parte, los empresarios y los políticos de Guadalajara no van de la mano. O mejor dicho, van de distinta mano. Se ha hablado mucho, aunque se ha publicado muy poco, sobre las trifulcas entre la Confederación de Empresarios (cuyo presidente es el hermano del eurodiputado del PP Luis de Grandes), y la Cámara de Comercio. Y los hay que tratan de politizar ambos organismos. La política lo pringa todo. Lo hemos escrito en otras ocasiones y la realidad continúa tozuda. De un tiempo a esta parte –decía- los empresarios de Guadalajara (los originarios y los que aquí se instalan) han demostrado una capacidad de trabajo y una efectividad mucho mayor que la de la clase política. ¿Los políticos de Guadalajara van por delante o por detrás de la sociedad? A la vista de ciertos episodios, la respuesta puede ser depresiva. Porque mientras el sector empresarial, y con ellos los trabajadores, y aun con contratos temporales, se muestra pujante (la propia feria ExpoGuadalajara es un ejemplo muy nítido), los políticos son incapaces de terminar un recinto ferial en condiciones. El Ayuntamiento llena las calles de obras (lo de la empresa ONO es de traca) pero retrasa una necesidad tan básica como el recinto ferial. Los empresarios son pragmáticos y trabajan. Los políticos, por regla general, hablan demasiado y proclaman promesas que luego incumplen, como manda la costumbre.
El dramaturgo catalán Josep Maria Flotats y el actor Carmelo Gómez representan estos días en el teatro Bellas Artes, en Madrid, una obra genial: “La cena”. El texto del francés Brisville reconstruye una velada en torno al arte de la política protagonizada por Tayllerand y Fouché, dos políticos de la Francia posrevolucionaria. Sus diálogos son un retrato fiel –todavía hoy- de la actividad política, el arte de gobernar los pueblos, según la versión benigna, o el arte de engañar al pueblo, según los realistas. Estos dos políticos demostraron en su tiempo que podían servir a la Revolución, a Napoleón o a los Borbones. Tayllerand es amante de la buena vida y diplomático. Fouché es vasto y sanguinario. Pero ambos demuestran que, como dice uno de ellos en la obra, “la vida es una forma de llegar al poder, y luego empieza el juego de la política”. Es un retrato si quieren despiadado de la política, pero no me digan que no podría adaptarse a ciertos ejemplares que subsisten en la vida política tanto de España en general, como de Guadalajara en particular. Nos hemos habituado a las cuchilladas por la espalda, a las luchas internas de los partidos y hemos dejado que utilicen la política y las instituciones para saciar su vanidad. Es injusto generalizar, pero sería obsceno negar la realidad.
Rosseau escribió que los políticos cuando ven el final del túnel, construyen más túnel. Es cierto porque mientras Aguas Vivas es una realidad, el recinto ferial todavía cojea. Si los empresarios fueran políticos, la corrupción sería legal, desde luego, pero los problemas dejarían de ser estúpidos.