DESPISTE
Pasear por Ávila es un capricho recomendable aunque haga un frío de narices. Cualquiera puede apreciar que, más allá de los chuletones y las judías de El Barco, el futuro se labra conservando las piedras del pasado. Pues bien, el Ministerio de Cultura acaba de galardonar a esta ciudad y a Teruel en recompensa a la conservación de sus conjuntos, declarados “Patrimonio de la Humanidad”. Es una lástima que Guadalajara no se incluya en esta lista porque, teniendo en cuenta su decidida apuesta por la innovación y el buen gusto arquitectónico, seguro que acapararía todos los premios. Así, resulta extraño cómo los técnicos del ministerio se han olvidado de la formidable rehabilitación del palacio del Infantado, que luce hoy como merece un edificio único en su estilo. Extinguidas ya las goteras y las humedades, el palacio es la viva imagen del aprecio que sienten los arriacenses hacia su propia existencia. No tiene nombre tampoco que dichos entendidos, que luego se dedican a agasajar a urbes tan destartaladas como Salamanca o Segovia, hayan obviado el “plan especial” del Ayuntamiento de Guadalajara para el casco histórico. No hay más que darse una vuelta por sus callejas para ver lo bien integrados que han quedado los edificios antiguos con los de nueva construcción. Véase, por ejemplo, el de Gestesa con los adyacentes. Por no hablar, claro, del estupendo Alcázar, una ilusión sin dinero; de la iglesia de San Gil, o lo que quede de ella; y de la plaza Mayor, la única de España que necesita una pista de patinaje para hacer honor a su nombre.
En definitiva, es imperdonable que los responsables culturales del Estado no premien el embellecimiento del centro urbano de nuestra capital. Porque, con medidas sencillas pero eficaces, los gestores municipales están consiguiendo recuperar el tiempo perdido, después de tantos años destrozando todo lo que pudiera ser de interés. No hay más que fijarse en la jaula de Bejanque, que ahí sigue, o en las efigies del paseo de las Cruces. Todas ellas, sin duda, prodigios de la creatividad. Y atención porque, para rematar el lienzo, acaba de descubrirse en Aguas Vivas la hermosísima estatua del melero alcarreño. A Dios gracias, lejos del casco histórico. De verdad que, con este expediente, no alcanzo a entender la ceguera de la Unesco. Tremendo su despiste con Guadalajara.
Se acerca FITUR, la feria turística en la que Guadalajara, junto a Castilla-La Mancha, se deja bastantes millones en promocionar su imagen. No servirá de mucho (creo) si primero no barremos la casa y la acondicionamos. La ciudad es como es y así la queremos todos, los nacidos aquí y los que venimos de fuera. Pero no estaría de más, por primera vez en la historia, no conformarse con lo que tenemos y aspirar a algo más.