Un «cazador» de palabras y la esencia: ir, ver y contarlo
Que la moderación de un acto público corra a cargo de Antonio Pérez Henares tiene un peligro y una ventaja. El peligro es que se exceda en las atribuciones propias de un moderador, que es presentar a los invitados y repartir juego. La ventaja es que con Chani eso está asegurado, pero a cambio de una buena dosis de ironía y de espontaneidad. Su relación personal con el homenajeado fue el punto de partida del prólogo que imprimió al acto. Y avisó desde el principio: “Manu es un ejemplo de vida. El día que le dieron el premio de la FAPE, allí estaban representadas todas las trincheras del periodismo, y eso sólo es posible con él”. Luego recalcó el acierto de Leguineche para elegir el mejor género periodístico: el reporterismo. Recordó sus inicios de columnista en Fax Press, la agencia de noticias que fundó el autor vasco y, a propósito de Guadalajara, sentenció: “esta tierra le debe mucho, y él a nosotros también nos debe, porque los afectos si lo son, deben serlo mutuos”.
El primero de los participantes en la mesa en tomar la palabra fue Gervasio Sánchez, otro de los veteranos de la “tribu” de corresponsales de guerra. Nació en Córdoba, pero vive en Zaragoza desde hace muchos años y trabaja para el Heraldo de Aragón. Conoció a Manu Leguineche en un autobús durante el referéndum que sufrió Pinochet en 1988. Se presentó al maestro y se llevó una sorpresa al ver que el maestro sabía quien era y que le leía las crónicas desde hace tiempo. No es extraño. Leguineche se lee hasta el folleto del Carrefour. ¡Y lo lee con atención! Gervasio Sánchez ha cubierto decenas de conflictos bélicos y está en posesión de los principales galardones del oficio. Precisamente de eso, del oficio, es de lo que se mostró pesimista: “Ahora el periodismo es una profesión mediocre con gente que se ha colocado en lugares exquisitos y están haciendo daño a la profesión. Hay una especie de frentismo que daña al oficio. En cambio, Manu es el prototipo de periodista que se le quiere porque siempre ha huido de una actitud despectiva”.
En la misma línea habló Enrique Meneses, un auténtico catedrático del reporterismo, no sólo en España sino en América, donde ha ejerció muchos años, y en Europa. Ha sido director de multitud de publicaciones, entre ellas “Playboy España”, y de programas de radio, y fue el primer periodista en entrar en Sierra Maestra con Fidel Castro y el Che Guevara. Casi nada. Meneses es uno de los grandes periodistas de este país que, al igual que Leguineche, siempre ha huido de los focos y la televisión. Quizá por eso vive en la discreción, a diferencia de otros periodistas más ruidosos pero con menos enjundia. Meneses ya está mayor, es el decano de la “tribu” de corresponsales españoles. Pero conserva fuerzas para asistir a actos culturales y mantener activo un interesante blog en internet que lleva su nombre. “Conocí a Manu Leguineche cuando Moisés recibió las Tablas en el monte Sinaí…”, dijo Meneses con sorna aludiendo a la edad de ambos. También aludió a alguna anécdota cariñosa, como cuando se enteró que su colega se ganaba la vida vendiendo píldoras australianas en Bangkok. O cuando el propio Leguineche le llamó desde Bagdad, en pleno bombardeo, para tranquilizar a Meneses porque la hija de éste, de apenas 21 años, andaba en Irak de traductora y la embajada quería evacuarla. “Tuve que enfadarme con ellos porque fui el único español que quería que mi hija se quedara allí”, afirmó. Retazos de vocación, claro. Meneses comparó a Leguineche con los escritores norteamericanos, como London o Capote, que se hicieron escritores a base de reportajes. Es decir, que primero fueron periodistas. Y luego literatos. “El que mejor ha hecho eso en España es Manu Leguineche”, dijo antes de concluir irónico: “que seas alcarreño todo lo que puedas. Te invito a mis enfermedades cuando quieras”.
El ex director de Radio Nacional de España, Javier Arenas, empezó su intervención asegurando que “esto es el mundo al revés: nosotros aquí hablando y tú Manu, sentado ahí abajo escuchando, cuando somos nosotros quienes deberíamos escucharte siempre a ti”. Calificó a Leguineche de “referente” del periodismo español, aunque lamentó que ahora muchos jóvenes periodistas “tengan otros referentes”. Y señaló una de las causas: “no hay exigencia empresarial para volver al periodismo in situ. Hay que volver a las esencias de ir, ver y contarlo. Ahora nos llega la información triturada”. Arenas destacó la escultura que recibió Leguineche en el premio que le concedió la Asociación de Periodistas Vascos: “el título era cazador de palabras y yo creo que hace justicia a tu trayectoria”. Por su parte, Felipe Sahagún, colaborador de El Mundo y de TVE, confesó primero que fue profesor en Guadalajara desde 1971 hasta 1973. “Esto es como volver a casa”, aseveró. Según Sahagún, “Manu, como González Ruano y otros periodistas, ha sobrevivido refugiándose en el gran reportaje, en los libros, en los paseos, en la caza, en el campo. Para todos nosotros, Manu es como una especie de hermano mayor que se fue pronto de casa pero que nunca dejó de escribirnos. Y él escribe con un estilo personal y atractivo”.
En el cierre del acto llegó el colofón, o sea, Fernando Sánchez Dragó. No pasó inadvertido. Primero pidió disculpas por no asistir a la mesa redonda del miércoles, que es cuando tenía pactada su presencia con la organización. Luego agradeció al moderador que le dejara hablar el último: “no porque el último en hablar en estos actos tenga más predicamento, sino porque así he podido esperar a que me traigan un whisky”. Y la risa recorrió el salón del conservatorio.
Algo más metido en harina, destacó que, a diferencia del resto de la prensa, “entre los miembros de la tribu de corresponsales de guerra hay mucha fraternidad. Cierran filas entre ellos, quizá porque lo han pasado mal y eso agudiza la generosidad”. Dragó considera que el colectivo de escritores-periodistas-reporteros “ya se ha extinguido. Todo esto de lo que estamos hoy hablando aquí está perdido”. El reportero, según el polifacético escritor, “es lo contrario al periodista de redacción. Antes se hacía periodismo en la calle. Ahora las redacciones han huido a sombríos o luminosos arrabales. Hay que buscar la noticia donde está la guerra”. Sánchez Dragó evocó la cita de Marta Gellhorn, esposa que fue de Hemingway, que dijo que Vietnam fue la última guerra clásica. “Ahora parece el Tour de Francia y la información no es espectáculo. Las guerras tampoco”. Y remachó: “información con subjetividad, ¿por qué no?”.
Dragó abundó entonces en la crisis de la prensa recordando que es el propio Leguineche quien, en más de una entrevista, ya ha confesado que el periodismo se ha enfriado. Según Dragó, el principal culpable de esto es internet: “no sólo se extingue el reporterismo, sino el periodismo escrito. En internet no se lee. La prensa escrita se lee y tiene calidad. La prensa de internet no tiene calidad. Internet es el fin del mundo”, llegó a decir en tono apocalíptico. Luego arremetió contra las Facultades de Ciencias de la Información: “¿Qué pintamos en las facultades los reporteros? Periodista es exclusivamente el que tipo que se va a un sitio y lo cuenta”. Confesó que Leguineche “siempre ha escrito los libros que me hubiera gustado escribir a mí, a pesar de ser más joven, siempre se ha adelantado”. Y cerró su discurso recordando que, en 1983, cubriendo la semana de protesta contra Pinochet en Chile, Leguineche y él coincidieron en el hotel Carreras. Ambos se acercaron a la barra del bar a pedir un gin-tonic. El camarero le preguntó a Manu Leguineche qué ginebra le servía. Pidió Beefeater, pero no lo tenían. “Aún recuerdo –comentó Sánchez Dragó- la cara de estupefacción que se le quedó a Manu y alzando los brazos dijo: ¡todo un hotel Carreras y no tiene Beefeater!”
Ayer por la tarde, en Guadalajara como en Santiago de Chile tampoco había ginebra. Entonces Dragó decidió alzar el whisky que tenía en la mesa, un whisky bien servido, y brindó por su colega: “¡Manu, a tu salud!”.