«Ningún comunista me ha reprochado que fuese millonario y ayudara al PCE»
En la distancia corta, Teodulfo Lagunero transmite una sensación cariñosa. No sólo por sus canas y su barba frondosa, sino por el tesón que se auto impone a la hora de precisar sus recuerdos, que son miles, de una época trufada por el éxito. En realidad, recuerda mejor los avatares políticos que incluso el nombre de las empresas que ha tenido, lo cual es lógico, porque sus negocios se cuentan por decenas. Por su mansión cercana a Cannes, en Villa Comète, pasaron desde Carrillo hasta los principales dirigentes del PCE y de la Junta Democrática, además de un selecto reguero de poetas, como Rafael Alberti o Pablo Neruda, que con el tiempo se convirtieron en íntimos de Lagunero. El magnate vallisoletano, ahora afincado en Fuengirola (Málaga), fue un muñidor en la sombra de cientos de vericuetos de la oposición al régimen. En su libro “Una vida entre poetas” (La Esfera de los Libros, 321 págs.) cuenta sus vivencias alrededor de destacados intelectuales.
¿Qué le evoca la fecha del 9 de abril de 1977, cuando el PCE fue legalizado?
Pues como uno de los acontecimientos importantes de la historia contemporánea de España. Para mí fue una satisfacción y me alegro de haber estado en el momento oportuno y haber tenido ocasión de haber participado en ello. Me siento muy orgulloso de haber contribuido a ese hecho, no sólo participé yo, también José Mario Armero, periodista, una excelente persona, yo le quería tanto o más que a mi propio hermano, y él tuvo una participación importantísima y fundamental en la legalización del partido. Lo cuenta Victoria Prego en unos vídeos que hizo para la televisión. Ella cuenta con todo detalle cómo se sucede la negociación entre el Partido Comunista y Adolfo Suárez.
Usted lo vivió en primera persona. ¿Cómo transcurrió aquel día?
Yo estaba medio exiliado en Francia, tenía una casa en un pueblecito francés, que fue muy importante en la Transición porque allí se negociaron muchas cosas. Sabíamos que ese día se iba a legalizar porque nos lo había dicho Armero, y estábamos Santiago Carrillo y yo en un salón esperando la legalización y Santiago, que es un hombre muy tranquilo y muy sereno, que tiene un gran dominio de lo que hace y con gran valor, era el día que yo le he visto más nervioso. Lógicamente, era un hecho transcendental después de tantos años en el exilio, conseguir que se legalizase el Partido Comunista era para él, para el partido y para España un hecho trascendental. Iban pasando los minutos y las horas y no nos llamaban y luego llamé a Madrid, al despacho de Armero, y me dijeron que estaba en Levante, tenía una casa allí. A los pocos minutos nos llamó él y nos confirmó que estaba legalizado el partido. Santiago le dio una nota a Armero, que era propietario de Europa Press, para que lo diese a la prensa. En esa declaración, curiosamente, Carrillo atacaba a Suárez. Yo le dije entonces: ¡Santiago, hombre, hay que estar agradecidos a Adolfo Suárez, y tu haces una declaración en contra suya! Me dijo que lo habían pactado entre ellos. Santiago dijo que Suárez era un anticomunista, pero un anticomunista inteligente y no quería resolver los problemas de España violentamente, sino mediante el diálogo.
¿Cómo fue el día que cruzó la frontera de Francia con Carrillo?
¿Ah, el día de la peluca? Primero, se había preparado desde Francia. Estuvimos reunidos en Montpellier con el Partido Comunista francés y era un poco exagerado, el peligro no estaba en Francia, sino en España, donde los elementos del régimen se habían confabulado para que el primero que viera a Santiago, matarle. Pasamos sobre las 11 de la mañana, consideramos que era una hora prudente para pasar la frontera y la verdad es que no nos pidieron ni los pasaportes. Íbamos en un coche Mercedes. Santiago iba delante con mi mujer y yo detrás. No llevábamos nada más que las maletas. Había un puesto de la Guardia Civil en la aduana y nos tocó un control rutinario que hacían de vez en cuando, no el ordinario. El periodista Joaquín Bardavío en un libro lo cuenta muy bien en un libro este episodio. A los periodistas de investigación les gusta contar detalles para demostrar que están enterados y Bardavío puso que era un coche mío de Madrid, pero no es verdad, el coche tenía matrícula francesa y era de mi mujer. Un sargento de la Guardia Civil nos paró, nos mandó bajar del coche y empezó a hacer un registro. Hacía mucho viento y Santiago venía con la peluca y yo tenía miedo que el viento le levantase la peluca. El sargento miraba si pasábamos cartones de tabaco pero no sospechó que llevábamos al secretario del Partido Comunista. Santiago se cogió la peluca con la mano y en ese momento, se lo aseguro, había parado en el paso de las aduanas un camión enorme que ponía “Transportes Carrillo”. ¡Menuda fatalidad! Pero no pasó nada. Paramos para hacernos unas fotografías al lado de unos letreros de Gerona para que se viera que estábamos en España. Luego estuvimos en Barcelona, comiendo una paella y nos fuimos a Madrid.
Unos días antes, usted le había comprado a Carrillo un traje en un sastre de Cannes porque le dijo, corríjame si me equivoco: “si tiene que morir un comunista, coño, por lo menos que sea dignamente”.
Sí, es verdad, por Villa Comète pasaban muchos dirigentes del partido y de la Junta Democrática. No diré que Santiago estaba mal vestido, pero el día de antes le dije: mañana vamos a pasar la frontera y si te pegan un tiro, si mataban al secretario del Partido Comunista, coño, que fuera como le correspondía a un personaje tan importante. Le dije que no se ofendiera pero que le acompañaba a un sastre y se compraba un traje. Efectivamente, se compró un abrigo de cachemire, pero no porque fuera bueno, sino porque le sentaba bien. Entramos en la tienda y se compró de todo. Todavía tiene ese abrigo en casa.
¿Cuándo decidió hacerse comunista?
En el vientre de mi madre… Mi padre era comunista, era profesor de la Institución Libre de Enseñanza y cuando yo tenía 12 años, en la guerra, me cayó una bomba de los italianos en mi casa, aunque de mi familia sólo murió una tía. Viví un ambiente comunista durante la guerra y luego durante 40 años viví la dictadura en la que como todos sabemos, había vencedores y vencidos y sus respectivos hijos. Yo era un hijo del vencido. Mi padre fue a la cárcel, se le destituyó como catedrático y le quitaron los bienes. En Valladolid, en 1946, me condenaron por celebrar con otros estudiantes el 14 de abril. Mi hermano también estuvo en la cárcel y toda la familia sufrió. Yo pertenecía al Partido Comunista pero no era afiliado. Luego, la verdad, participé en empresas importantes y tenía unos medios económicos desahogados. El Partido es un partido de trabajadores, pero por respeto al partido yo no pertenecía al partido, aunque era comunista.
En alguna ocasión ha dicho que lo dio todo por el Partido Comunista.
Sí, lo di todo, lo que tenía, pero otros miles y miles dieron la vida o lo pagaron en la cárcel. Yo di lo que tenía menos valor: el dinero. Al poeta Marcos Ana le decía que al que lo tiene, dar ese dinero no tiene mérito.
¿No levantó nunca sospechas?
¡Uy, muchas veces! En el caserón de la Puerta del Sol, hoy sede de la Comunidad de Madrid, debería ser un museo de los horrores del fascismo y de la lucha del pueblo español por su libertad, una vez coincidimos mi hija en unos calabozos y yo interrogado en una oficina. No sólo la policía francesa, sino la policía del mundo entero tiene un sentido reverencial por el dinero. Yo era catedrático, era presidente de varias empresas, era abogado en ejercicio. Y para los fascistas, los peligrosos eran los obreros. Yo en los amigos no distingo entre los de derechas y los de izquierdas, pero alguno pensó que podía ser útil. Me trataban con cierto respeto, pero sabían de mi condición y lo que hacía. Tuve una entrevista en París con el padre del actual rey, don Juan de Borbón, para pedirle en nombre del Partido Comunista que se pusiese al frente de la Junta Democrática, y estuve dos horas en un hotel reunido con él y allí había policías. Lo sabían perfectamente. Me trataban con mucho respeto.
¿Cómo sacaba el dinero?
El dinero lo saqué de España pero en pequeñas cantidades. Yo pensaba, joder, si nos detienen, vamos a decir que somos unos millonarios que sacamos el dinero para llevarlo a Suiza. Lo menos grave era decir que lo llevábamos a Suiza, no que era para el Partido Comunista. Fundamentalmente, el dinero lo tuve de un negocio que monté en Francia, docenas y docenas de chalets de lujo, y saqué mucho dinero. Todo el dinero que gané en Francia se lo di al partido y a la Junta Democrática. No traje nada de Francia porque se lo di al partido. En aquella época, trataba con Marcos Ana, con Carrillo, con la Pasionaria…
¿Qué negocios tuvo en Guadalajara?
En la provincia de Guadalajara tuvimos una urbanización con miles de chalets en Albalate de Zorita que se llama Nueva Sierra de Madrid. Era una empresa de 80 socios. Yo era consejero delegado de esa empresa, tenía una participación. Ahí tuvimos problemas con el gobernador, Ibarra Landete, que había sido alcalde de Vitoria. Un día se presentó en la urbanización del lago de Bolarque, estaba el alcalde con el Ayuntamiento, le fui a dar la mano al gobernador y no me la dio. Me dejó la mano en el aire. Nos dijo: he venido a hablar primero con el alcalde antes que con ustedes. Al alcalde lo tuvo una hora esperando… Entonces no me dio la mano y me miró despectivamente, pero claro, un gobernador en aquella época hacía lo que quería con las empresas. No había ningún derecho ciudadano. Al final el gobernador visitó la urbanización y me dijo: yo sé que usted es comunista y sepa usted que estoy vigilante y no voy a tolerar nada. Yo le dije que no era comunista. Le dije que es una empresa de 80 socios que estábamos haciendo una urbanización que no tiene nada que ver con la política. Él nos respondió que tenía avisada a la Guardia Civil. Luego cuando él vio la envergadura que tenía la urbanización, él fue cambiando de retórica. Al día siguiente, le pedí que me recibiera pero no lo hizo. La prioridad que teníamos mis socios y yo era hacernos amigos del gobernador. Entonces se me ocurrió hacer un anuncio de que necesitaba un relaciones públicas que trajera políticos, gente de la cultura, del teatro, etc. Encontré a una persona adecuada, le nombré relaciones públicas y le dije que me gustaría hacer en Guadalajara llevar los Reyes Magos para repartir juguetes por los pueblos de La Alcarria, por Pastrana, Almonacid… Llevé a dos personalidades, Natalia Figueroa y Concha Velasco. Hicimos una caravana desde Madrid, pagada por la sociedad, con juguetes para repartir por los pueblos. Los empleados se vistieron de Reyes Magos y nos proporcionaron un helicóptero de la base de Ávila. Esto era para que el gobernador viera que yo era un hombre influyente. El gobernador estuvo aquel día en la plaza del pueblo y muy pronto me llamaron del Gobierno Civil para decirme que me recibían. El gobernador me dijo entonces que le tenía sin cuidado lo que fuera, pero que me dedicara sólo a la empresa
¿En Guadalajara capital también hizo operaciones?
Luego el gobernador nos llegó a encargar, cuando Fraga era ministro de Turismo, que hiciéramos un hotel en Guadalajara capital, en un polígono que hicieron. Nos adjudicaron un terreno, nuestra empresa empezó a edificar un hotel que luego se vendió. No me acuerdo como se llamaba el hotel. Se lo vendimos a una empresa de viajes italiana. Fraga nos dio la medalla de plata al mérito turístico, todavía tengo el diploma dedicado por Fraga. Le honra porque él sabía quién era yo. Fraga estuvo todo un día en nuestra urbanización con todos los cargos del ministerio y el abogado del Estado, subsecretario de Hacienda. Estuvo comiendo con nosotros y visitando la urbanización. Por cierto, el día que llegó Fraga era verano y yo sufría una intoxicación porque había tomado unos mariscos, unos percebes, y estaba con 42 o 44 grados de fiebre, pero conociendo a Fraga, sabía que yo tenía que estar allí. Me preguntó qué me pasaba. Le dije que tenía una intoxicación y Fraga, que es así, me dijo: ¡pues se jode usted, porque todo el mundo sabe que en estos meses no se compra marisco!
¿Cómo era la urbanización Nueva Sierra?
Pues ya entonces era enorme de grande, hicimos miles de chalets. La verdad es que no me acuerdo como se llamaba la empresa que teníamos entonces. Luego se lo vendimos, tampoco me acuerdo a quién. En Albalate de Zorita estuvimos alrededor de cinco o seis años.
¿Qué relación conserva con Santiago Carrillo?
Magnífica, se pasa temporadas en mi casa. El otro día estuve comiendo con él en Madrid. Tengo una gran admiración y respeto por Santiago. Hace pocos días publicó un artículo en El País magnífico, que suscribo de la primera a la última letra. Es un hombre muy inteligente, muy culto, de una gran experiencia y de un gran sentido común. Ahora que no pertenece a ningún partido, que no tiene la obediencia que se debe cualquier político, a sus 92 años, puede actuar como un gran senador con un espíritu de cordura.
¿Usted sigue siendo miembro del PCE?
Mire usted, el primero que lo contó fue Bardavío. La primera sede que tuvo el Partido Comunista en Madrid, en la calle Castelló, se la regalé yo. Un edificio de 800 metros cuadrados que hoy día valdría cientos de millones de pesetas, en el barrio de Salamanca. Antes eran las oficinas de mi empresa, ya habíamos vendido lo de Nueva Sierra. Yo me fui a un piso y le regalé la propiedad al partido [PCE]. Allí estábamos toda la dirección del partido, la Pasionaria, Santiago… La Pasionaria, con la que tenía mucha amistad, me dijo: Teodulfo, sabemos que tú no eres del partido, pero nosotros estamos muy agradecidos pero hemos pensado en darte un carné firmado por Santiago y por mí. Y todavía lo conservo. Creo que es el único carné en toda España firmado, personalmente, por los dos. Luego ya fui dejando la relación con el partido porque hay cosas que no me gustaron, pero sin dejar de ser del partido. Sigo siendo comunista y además soy presidente de honor de una agrupación que se llama Marcos Ana. Para mí es una satisfacción. Ahora no tengo actividad, pero me siento comunista y hasta cierto punto miembro del partido.
En su libro Una vida entre poetas dice que desconfiaba de Cela. ¿Por qué?
Y eso que no sabíamos todo lo que hemos sabido después. Él ha sido un censor y luego había sido delator. Se ofreció al Ministerio del Interior a delatar a las personas, lo cual le hacía un indeseable. Como escritor, magnífico. No todo, porque hay cosas que me gustan y otras que no. Sus primeras novelas marcaron una época porque retrató la posguerra.
Durante su vida ha tratado con Rafael Alberti, María Teresa de León y otras figuras de las letras. ¿Qué ha aprendido de ellos?
En mi libro lo cuento todo, mi amistad con Pablo Neruda, con Miguel Ángel Asturias, con Rafael Alberti, con Antonio Gala, con Marcos Ana… Yo no cuento anécdotas de mi vida con Neruda o con Alberti, sino que he tenido la suerte de ser amigo íntimo de ellos y cuento vivencias.
¿Por qué no le dieron el premio Nóbel a Alberti?
Había entonces en Estocolmo un matrimonio españoles profesores de universidad, Paco Ures y Marina Torres. Tenían mucha amistad con la Academia Sueca. En la Academia hay académicas especializados en cada lengua. El experto en lengua castellana le dio el premio a Pablo Neruda. Un día, propuse que el próximo premio Nóbel debía de ser a Rafael Alberti. Nos dijo que había que esperar unos años porque no se dan seguidos autores de la misma lengua. Tengo una carta de la Academia Sueca, mandé 40 o 50 libros de Alberti que él me había dado. Como todos los premios, hay que trabajarlos. No se las dan a un tonto. Yo le pagaba el viaje en avión y el hotel. Fuimos con María Teresa a Estocolmo y cuando me presenté en Roma, dijo Alberti con aquella voz que tenía: “a mí no se me ha perdido nada en Estocolmo, no van a entender mi poesía andaluza, ¿cómo va a entender un sueco Marinero en tierra hablando de las salinas de Cádiz? Eso no lo entienden, es una porquería, yo no voy, mira, me han dado un premio aquí en un pueblecito al lado de Roma y con unas botellas de vino y eso sí que es un premio…”. Total, que se negó rotundamente. Retrasamos el viaje ante la Academia Sueca, pero sentó muy mal. Fue uno de los motivos por los que no le dieron el premio Nóbel.
¿Qué es de lo que se siente más satisfecho?
Me siento orgulloso, cumplí con lo que era mi obligación, por la democracia, por la libertad y por el Estado de Derecho en España.
¿Alguna vez alguien del PCE le reprochó que fuera millonario?
No, nunca, porque además no tiene por qué. Son cosas distintas. Era un mundo capitalista. Yo había ganado dinero en el bufete de abogado, tenía negocios y fue consecuente. Me lo dijo un día La Pasionaria, lo de menos es que tengas dinero o no, lo que hace falta en la vida es ser consecuente, el comunista, el cristiano y todos.
¿Cómo ve la situación política actualmente?
Muy preocupante porque creo que la derecha se ha echado al monte. Se ha reproducido una situación semejante a la del año 1936 pero por suerte para los españoles la situación a pie de calle es completamente distinta, social y económicamente y el Ejército de ahora no es del 36, que era africanista, inculto, poco preparado. Pertenecemos a Europa. Es imposible que haya un golpe militar que avoque a España a una guerra civil. Pero por desgracia, la actitud que tiene ahora el PP es de verdadero disparate. Es de enfrentamiento, de bronca permanente porque han asimilado que perdieron unas elecciones por un hecho grave, que había hecho Aznar, que es meter a España en una guerra ilegal, inmoral y en contra del pueblo español. Luego quisieron manipular el atentado del 11-M, pero todo el mundo sabía que habían sido los terroristas islámicos, la gente, la CIA, los periódicos… El pueblo se indignó y lo que perdieron en las urnas, lo quieren ganar mediante una bronca con graves repercusiones. Al PP no le interesa que se termine el terrorismo de ETA. Piensan que si los socialistas acaban con ello, se convocarían elecciones y las volvería ganar el PSOE. Es lo que pienso, sencillamente.