La Garlopa Diaria

13 noviembre 2009

La Vanguardia y Jaime Arias

Jaime Arias, columnista y consejero de dirección de La Vanguardia. Fuente: Pedro Madueño (La Vanguardia).

Jaime Arias, columnista y consejero de dirección de La Vanguardia. Fuente: Pedro Madueño (La Vanguardia).

Nunca le he escuchado a ningún periodista formular un juicio severo contra La Vanguardia. El periódico catalán es una de las cabeceras más antiguas, sensatas y equilibradas de la prensa europea. No lo digo yo, que no tiene ninguna importancia, sino su trayectoria y su legión de seguidores, heredados casi de generación en generación.

Dispone de un equipo de redacción muy bueno (a pesar de los últimos y penosos recortes de plantilla), tiene influencia y prestigio, cuida el lenguaje, desarrolla una especial sensibilidad catalanista pero integradora, es decir, nunca excluyente. Y ha conseguido despojarse, desde hace ya años, de aquel estigma que le hacía pasar como un remedo del ABC de Madrid, fiel reflejo de la burguesía barcelonesa, de sus gustos y orientaciones políticas. No es que se haya convertido en un periódico de izquierdas, ni mucho menos. Pero mantiene un fondo de armario de buen periodismo esculpido a base de una red magnífica de corresponsales, excelentes articulistas y brillantes reporteros. Me gusta. Me gusta mucho leer La Vanguardia, aun cuando no sintonizo con buena parte de su línea editorial. Pero es un bálsamo de moderación y sensatez en unos tiempos en que el periodismo parece desbarrar entre trincheras.

La Vanguardia siempre tuvo buenos directores y cuadros de dirección: Joan Tapia y José Antich recientemente y, ya antes, Horacio Sáenz Guerrero, Lorenzo Gomis o Carles Sentís, de quien estoy leyendo sus memorias en catalán (editadas por La Campana), y de las que prometo dar buena cuenta en este blog.

Uno de sus columnistas insignes se llama Jaime Arias (Barcelona, 1922) y acaba de publicar un libro interesantísimo. Se titula Tal como los conocí (Libros de Vanguardia) y recoge sesenta retratos de otros tantos personajes a los que trató, a fondo y con conocimiento de causa, a lo largo de su dilatada carrera. Todos habían aparecido de su mano en las páginas del dominical Magazine del diario fundado por la familia Godó.

El libro interesa porque está bien escrito y porque las figuras que describe son más que interesantes. Se trata de personajes sugerentes y dispares: Sophia Loren, Orson Welles, Jean Monnet, Josep Trueta… De Gregorio Marañón escribe: «Natural, amable, modesto, de humor fino y espiritual, muy humano, leal a su concepto de liberalismo ético, sólo verdadero si es tolerante… Trabajador infatigable».

Jaime Arias retrata con talento, destreza y un punto de humor a una serie de personalidades que, de por sí, darían para un libro cada uno. Me parece un ejemplo el modo con el que se enfrenta a todos ellos: con humildad, sin prejuicios, con ganas de empaparse de su propia raíz, pero manteniendo la distancia necesaria que evita el compadreo. Y tiene una habilidad enriquecedora para saber extraer lo más relevante o que pueda despertar interés.  Y todo ello gracias, en gran medida, a la memoria del propio Arias. Confiesa que no ha utilizado mucho la hemeroteca, ni internet, ni tan siquiera sus antiguos blocs de notas. Asegura que se ha nutrido, sobre todo, de su memoria, de sus propios recuerdos. «Es que yo tengo la teoría de que lo que recuerdas seguramente es lo que vale la pena», ha dicho en una entrevista reciente.

Un placer de memoria. Un buen rato de lectura.

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