Galve de Sorbe

2 marzo 2006

RECUERDO DE UN DULZAINERO IRREPETIBLE

José Mari Canfrán, gaitero en Galve

Pionero de la dulzaina en la provincia de Guadalajara, Canfrán apoyó siempre con su esfuerzo a los danzantes y zarragón de Galve de Sorbe
Guadalajara Dos Mil
Raúl Conde

Hay personas que dejan una huella imborrable por su propia forma de ser, sin necesidad de recurrir a estridencias ni muecas de postín. José María Canfrán Lucea, dulzainero de Sigüenza y pionero en la recuperación de este instrumento en la provincia de Guadalajara, es una de ellas. Fue un hombre bueno, “en el buen sentido de la palabra”, que dijo el poeta. Un hombre normal por lo extraordinario de sus virtudes: culto, amable, educado, trabajador, generoso y gran amigo de sus amigos. Era tenaz, esforzado, un enamorado del campo castellano. Valgan estas palabras desvencijadas para unir el nombre de Galve de Sorbe a la lista de pueblos y particulares que en los últimos días han rendido tributo a este magnífico gaitero.

El homenaje celebrado en Sigüenza fue un acto justo y emotivo. La crema de la dulzaina española detiene su alma un instante y, después de tomar aire, sigue tocando porque, como decía el propio protagonista, “el mejor homenaje que se puede hacer a un dulzainero es… seguir tocando”. No participaron en la jornada grupos de baile y danzas que trabajaron con Canfrán, pero sí todos los dulzaineros alcarreños y lo más selecto del panorama nacional. En Galve a José Mari le tenemos cariño, gratitud y admiración. Muchos le conocieron en su vejez, maestros antañones de la tradición oral. Otros en su juventud y, aún más, en su infancia. Los danzantes más noveles del actual grupo de danzantes conocieron a José Mari casi recién sacados de la cuna. Los danzantes de Galve que coincidieron con él durante los años duros del rescate de las danzas, no olvidan su figura. Los bailadores se levantaban temprano para vestirse con el atuendo tradicional. Un rato más tarde, después de calentar las castañuelas, aparecía José Mari junto a su inseparable tamborilero Carlos Blasco. Abrazos, risas y un moscatel para afinar la garganta. Después, el toque de diana por las calles, la procesión y las jotas en el aperitivo. Todo gratis, sin cobrar un duro. Porque él era de los que amaban los pueblos y la naturaleza de Guadalajara sin hacer pagar peaje por ello. Le gustaba tocar, ayudaba a los lugareños y echaba una mano a la hora de animar nuestras comarcas deprimidas. En Galve, pero también en Ablanque, Cobeta, Atienza, Mirabueno…

Desde 1983 empezó a fraguar su pasión por la dulzaina. Más tarde crearía el certamen de dulzainas que se celebra en el Parador Nacional y, por supuesto, la Escuela Municipal de Dulzaina y Tamboril, que hoy dirige magistralmente Tini, hijo de Valentín Pérez, tamborilero de Atanzón que colabora con nosotros. La gran obra de José Mari Canfrán, además de todo lo que hizo en su pueblo natal, es la cantidad de amistades que labró en muchos pueblos de Guadalajara y de fuera de la provincia. La Escuela de Folklore, con José Antonio Alonso a la cabeza, ya le tributó un homenaje, al igual que nuestra asociación y el pueblo de Galve, con motivo del II Encuentro de Danzantes de la provincia, celebrado en la villa galvita el 14 de julio de 2001. Su mujer Tere y sus hijos, Jimena y José Ángel, soportaron ese día la lluvia pertinaz de la sierra norte mientras Pascual Gordo, actual alcalde, y Ángeles Yagüe, a la sazón diputada de Cultura, leían palabras emocionantes. Parece como si los astros del cielo se pusieran tristes y derramaran lágrimas rabiosas por la muerte de un gaitero eterno. Guadalajara llora a José Mari Canfrán. El llanto del pueblo es inútil porque ya nada volverá a ser lo que fue. Pero el consuelo resulta reconfortante. Después de pegarse la batuta soplando la pipa, José Mari se conformaba con un rato de charla, un asadito de cordero o un chato de vino mientras le cantaban, al oído, las danzas y jotas de nuestra tierra.