Madrid

2 marzo 2006

OPINIÓN

Madrid is different

Guadalajara Dos Mil
Raúl Conde

En la España del siglo XXI sobreviven anomalías del viejo régimen. El ejemplo más sangrante lo constituye la crisis de la Asamblea de Madrid. La repetición de las elecciones autonómicas ha culminado el esperpento. Parece mentira que sucedan estas cosas en la región que más aporta al PIB del Estado y que más actividad comercial genera. Parece mentira que la actitud traidora de dos delincuentes políticos ponga en jaque a cuatro millones y medio de ciudadanos. Parece mentira que nadie asuma responsabilidades. Parece mentira que la gente no se revuelva contra sus representantes. Sobre todo porque, desde Fuencarral hasta Aluche, desde Moncloa hasta Vallecas y desde Cercedilla hasta Parla, se nota en el aire una sensación de asco, cansancio y aburrimiento. La gente está harta, pero sólo en la barra del bar. Luego, como si de una gripe se tratara, todo se pasa. Así que los madrileños de derechas, los que toman el desayuno con porras, visten corbata y llevan su ABC bajo el brazo, celebran la consecución del hurto, o sea, la victoria del PP. Y los madrileños de izquierdas (radicales y moderados) se joden, aceptan la derrota y son incapaces de reivindicar aquello que les ha sido birlado. En este clima de desconfianza, ¿quién tiene narices de criticar a los abstencionistas?

Madrid es un territorio asimétrico. Lo mismo alumbra al genio de Vargas Llosa en una tasca de Retiro, como tolera el escándalo farandulero en los pasillos del Parlamento regional. Confieso que lo que veo aquí, al menos en política, no lo he visto en ningún sitio: la cara dura de Tamayo y la otra (“Rebélate” fue su lema de campaña); el lenguaje carcelario; la bajeza moral; la especulación urbanística descarada (el presidente de los constructores, al día siguiente de las votaciones, pidió la anulación de suelo para vivienda protegida); el pasteleo de la Federación Socialista Madrileña para cuadrar las listas entre sus familias (los renovadores por la base de Balbás, los del aparato político, los de nueva vía con la Trini como estrella repipi y los guerristas). Para colmo, la desvergüenza de Ruiz-Gallardón en la noche electoral, manejando datos en exclusiva e institucionalizando la victoria partidista de “nuestra compañera Esperanza”. Las elecciones, pues, no las ganó Aguirre hace dos domingos ni Simancas en mayo. Las ganó una mano negra repugnante y anónima. Acaso el poder financiero que, en las economías liberales, se mueve como pez en el agua. Madrid, en esto también, is different.