Felicidad
Para comprobarlo, si alguien lo duda, no tienen más que leer su último libro La felicidad de la tierra, recientemente publicado por Alfaguara. Es un diario del campo al que Manu se ha retirado -bueno, eso dice él- desde 1986, en una casa de piedra en medio del monte, a un tiro de piedra, como quien dice, de Hita. La verdad es que a ese retiro, que le compró a un curioso inglés, se retira Leguineche a la vuelta de cada uno de sus viajes que suelen ser largos, fabulosos y muy bien aprovechados; se refugia en su Tejar alcarreño, en sus partidas de mus, en sus conversaciones al calor de la lumbre con los viejos alcarreños, y luego escribe libros como éste que son, ya digo, una auténtica gozada.
En estas páginas cabe todo: la nostalgia de su tierra vasca y de su fe de niño, la visión campesina de la vida, la recuperación de tantas queridas y viejas palabras olvidadas, el trago de buen vino, la caza, los pájaros, las nubes, la lluvia o el hielo, la tertulia y la canción, las sabias reflexiones y la añorada esperanza de un mundo mejor, que Manu busca incansablemente por todas las esquinas del mundo y acaba encontrando en su tejar alcarreño. Luego escribe como quien no