Bardem
La penúltima vez que quedé con mis amigos por Malasaña, en las esquinas rotas de la plaza del Dos de Mayo y sus meandros, nos encontramos en el bar Pepe Botella [C/ San Andrés, 12] con Javier Bardem. Fue fácil darse cuenta: estaba en una mesa poco discreta tomando copas con Fernando León de Aranoa, director de Barrio, y con otro actor, cuyo nombre no recuerdo, pero que interpretaba el papel de padre de uno de los gays de Aquí no hay quien viva. Bardem estuvo arrogante y estúpido con mis amigas, las que se acercaron hasta él. Luego tuvo la desfachatez de levantarse varias veces para entonar por las mesas la siguiente cantinela: «¿alguien tiene un pitillo, por favor?».
Desde hace tiempo, Bardem triunfa en el cine por todo el mundo. Su trabajo le ha costado y justo es reconocerlo y admirarlo. Ahora acabo de verlo encumbrado a la portada del suplemento del New York Times. Arriba tienen la portada y aquí el enlace a la edición digital. No sale por ninguna película ni con motivo de ningún estreno, sino como percha para la presentación de la temporada de ropa de otoño. Por cierto, que la misma revista también aprovecha la imagen de la mujer andaluza y de Sevilla para la colección femenina. De ahí los colores, el rojo y gualda, elegidos por el NYT para la portada de su publicación.
«Debe ser difícil gestionar el éxito si el éxito te apabulla tanto como a Bardem». Se lo escuché hace unos meses en la radio a otro actor, Eduardo Noriega. Y quizá es una frase que vale para cualquier disciplina en la vida cuando acaparar portadas se convierte en una rutina. Bardem pertenece a una saga encomiable de la escena española, pero a mí me parece un buen actor cuyo perfil público no está a la altura de lo que se espera. Hay actores que llenan la pantalla, dentro y fuera de su trabajo. Otros se limitan a interpretar papeles. Algunos muy bien, otros regular y algunos otros también muy mal. Potente en Jamón, jamón. Irrelevante en Huevos de oro. Sorprendente en Perdita Durango. Discreto en Sin noticias de Dios. Sólido en Los lunes al sol. Impresionante en Mar adentro. Polifacético en No Country for Old Men. Y todavía no se puede juzgar en Vicky Cristina Barcelona, la última de Woody Allen, que se estrena en España el 18 de septiembre.
Eso sí, me encanta verlo por el Pepe Botella. Tomando cañas y comiendo unos panchitos que rozan la felicidad.
Quizá Madrid, algún día, podrá devolverle a la tierra.