Mi amigo Tomás Bogónez me envía un recorte del ABC del 4 de noviembre de 1998: Aznar autorizaba «mover ficha» para iniciar «contactos secretos» con la banda terrorista ETA, a la que, por cierto, el expresidente aludía con el curioso nombre de «Movimiento de Liberación Nacional Vasco» (ahí están al quite las hemerotecas y las videotecas). Ni siquiera una negociación con luz y taquígrafos, sino «contactos secretos». Cómparenlo con el discurso actual del mismo sujeto y de sus acólitos.
Resulta extraordinariamente miserable la campaña que ha emprendido el Partido Popular, con un apoyo explícito de algunas víctimas del terrorismo (no de todas), para calumniar al presidente del Gobierno y torpedear su acción en la lucha contra el terrorismo. El famoso pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, que los dos partidos mayoritarios firmaron a propuesta de Zapatero, otorga al jefe del Ejecutivo de turno la capacidad de liderar esta lucha. Pero el PP niega lo que le interesa y reclama lo que no está escrito. Su concepto del diálogo y el consenso consiste en aceptar siempre lo que ellos sugieren, nunca al contrario. No han aceptado la derrota electoral. No han hecho una sola propuesta constructiva. No pretenden encabezar una opción racional y moderna de centro derecha. Prefieren situarse detrás de una pancarta, como el sábado, junto a banderas preconstitucionales y personajes como Sáenz de Ynestrillas. Lo que parece olvidar el PP es que nadie ha ganado unas elecciones generales en España con un lenguaje extremo. Ellos mismos llegaron a La Moncloa, con sangre, sudor y conspiración mediática (Anson dixit), con la milonga del centro reformista. Y así estuvieron siete años hasta Irak.
Terrible el panorama que se nos presenta y terrible la utilización partidista de un problema de Estado como el terrorismo. La derecha tiene todo el derecho a ser de derechas. Sin embargo, tardarán años en cicatrizar las heridas que provoca la derechaza revanchista, vocinglera y reaccionaria que tenemos la desgracia de padecer en este país.